sábado, 19 de marzo de 2011

Capítulo 19

XIX
Narra Julia.

En unos cuantos minutos, me había visto arrojada a un mundo desconocido para mí: el mundo de la femineidad y la moda. Rebbie y La Toya prácticamente me arrastraban desesperadamente de tienda en tienda, mostrándome cientos de diferentes modelos de vestidos, blusas y faldas que “es un delito no comprar”, y que yo, en el fondo, consideraba idénticos. Rebbie, siempre con las mejores intenciones, elegía al menos una decena de modelos por tienda, y, con un poco de impaciencia, me pedía probármelos. La Toya prefería mantenerse alejada, enarcando con cinismo una ceja cada vez que salía de los probadores.

-          Hermoso. Julia, ese vestido te queda de maravilla. Anda, date la vuelta –decía Rebbie, sonriendo muy animada.

El vestido en cuestión, era un vestido largo de seda en color dorado, ajustado hasta la cintura. El canesú iba completamente salpicado de pedrería y el bodice era entallado. Las mangas de satén estaban cubiertas de pedrería dorada y la falda en línea A de satén caía graciosamente, cubriendo mis pies por completo. La tela parecía entretejida con finísimos rayos de luz y emitía un leve resplandor nacarado. Tenía que aceptarlo, era precioso.

-          Es muy bello –atiné a decir –Pero aún no entiendo para qué necesito un vestido. No tendré oportunidad de usarlo nunca en mi vida.
-          Querida, no sabes lo que dices. Te has perdido de mucho mientras descansabas en tu habitación. Mi madre está planeando una gran fiesta en su honor. Asistirán muchos amigos de la familia, reconocidas celebridades y unos pocos miembros de la prensa. Con este vestido y el peinado y maquillaje correcto dejarás impactados a todos –me explicó Rebbie.
-          Y a Michael, aún más –añadió La Toya con una sonrisa maliciosa en el rostro y un tono alegre que contrastaba enormemente con la dureza de su expresión.

Por un momento, el miedo y los nervios de presentarme frente a todas esas personas, simplemente desapareció, se evaporó tras un pensamiento más fuerte. Por un momento, me imaginé descendiendo las infinitas escaleras de Hayvenhurst con aquel vestido puesto. Al final de las escaleras, Michael esperaba, con una deslumbrante sonrisa en sus perfectos labios, tendiéndome la mano. Yo tomaba titubeante su suave mano, y él se la llevaba a los labios, depositando un dulce beso en el dorso. Un delicioso estremecimiento recorrió mi espina dorsal…

-          ¡Mira lo que le has hecho! ¡Se ha puesto roja como un tomate! Julia, lo has dejado más que claro: ¡Michael te encanta! –el comentario de Rebbie desencadenó una serie de chillidos y saltos por parte de ambas que llamaron la atención de más de un cliente.
-          No…
-          Ni te atrevas a negarlo. No podrás. Podrás intentar engañarte a ti, pero a nosotras, no nos engañas –la mirada irritantemente inquisitiva de Rebbie logró que mis mejillas se colorearan con aquel bochornoso color rojo que tanto odiaba.
-          De acuerdo. Tú ganas. Puede que Michael me guste… sólo un poquito –¡Pero qué mentira tan grande! Junté mis dedos índice y pulgar y rogué al Cielo que me creyeran. Como sospechaba, no lo hicieron.
-          ¿Un poquito? ¡Pero si estás loca por él! –miró a su hermana –La Toya, ¿no has notado cómo lo mira? –Rebbie había encontrado la forma de ponerme irrisoriamente nerviosa en menos de un día. A veces me odiaba por ser tan ridículamente predecible.
-          ¿Cómo lo miro? Si se puede saber… -dije, comenzando a molestarme.
-          Pues… -se llevó el dedo índice al mentón, pensativamente –Cuando lo miras, en tus ojos aparece automáticamente un brillo especial. Cuando lo miras, es como si todo a tu alrededor desapareciera. Sólo lo miras a él. Te pierdes en su propia mirada, lo miras como…
-          ¡Como si quisieras comértelo a besos! –apuntó entre secas risas La Toya. 

La descripción de Rebbie había sido infalible. Ni siquiera yo habría podido describir mis sentimientos con tanta certeza. Pero una creciente duda se había sembrado en mi mente: Si Rebbie notaba mis sentimientos con aquella facilidad, ¿lo haría también Michael? ¿Acaso se daba cuenta de los efectos que producía en mí el simple hecho de mirarme? ¿Sabría que él era todo en lo que pensaba por las noches? Sin duda, la pregunta más importante era: ¿Correspondería él a mis sentimientos, o me vería como una de sus miles de fanáticas, como una amiga y nada más?

Mil preguntas acudían a mi mente, volviéndola un abrumador torbellino de ideas que no hacían más que acrecentar mi confusión.

Como era de esperarse, las hermanas Jackson no me permitieron salir de aquella tienda sin elegir algo más. Al buscar con detenimiento entre los cientos de estantes de exhibición, mis ojos se toparon con un vestido de seda color marfil irisado. Era lo suficientemente sencillo para sentirme cómoda. 

No podía evitar sentir culpa. Ver a Rebbie pagar por mis cosas no era algo que disfrutara. Pero, como era de esperarse, ninguna de las dos hermanas me dejó emitir protesta alguna.

Continuamos comprando por una hora y media más. Después de someterme a las críticas de La Toya y Rebbie; después de que hubieran cambiado mil veces de opinión acerca de mí y mis “extraños” gustos; después incluso de pasar mil y un veces por los probadores, emprendimos el camino de regreso a Hayvenhurst.

Ya en el auto de Rebbie, mi mente se separó de mi cuerpo, e innumerables y tormentosas dudas comenzaron a embargarme nuevamente. Mis pensamientos pronto comenzaron a derivar, inevitablemente, a Michael.

Michael. Michael, quien se había dado el gusto de girar mi mundo al derecho y al revés, de destruirme mil veces y volverme a construir, siempre de una manera diferente. Michael me había cambiado totalmente, se había tomado la libertad de romper mi corazón en mil pedazos, y después, con una mirada, repararlo delicadamente. Frente a él, ocultar la verdad era mucho más difícil de lo que parecía…

Me convencía, cada día con más fuerza, de que estaba comenzando a amarlo desesperadamente. Si esto no era amor, ¿entonces qué era? ¿Qué era ese estremecimiento que su simple contacto desencadenaba en mí? ¿Qué era aquella imperiosa necesidad de perderme en su mirada, de querer encontrarme en la perdición de sus bellos ojos? ¿Por qué el simple hecho de hablarme producía una reacción en cadena de emociones que me quitaban el aliento? ¿Por qué no podía pensar en nada más que en él? Le necesitaba… lo amaba.

Le amaba. Amaba todo de él. Amaba el aterciopelado e hipnotizante tono de su voz. Amaba el dorado tono que la luz del sol le daba a su piel canela. Comenzaba a adorar su profunda y expresiva mirada, y todos y cada uno de los innumerables efectos que ésta obraba sobre mí. Amaba los interminables rizos de su negro cabello, negro como la noche, y el letal poder de su bella sonrisa. Amaba cada respiración que daba, cada latido de su corazón, cada parpadeo de sus ojos, cada melodiosa risa que brotaba de sus labios… Amaba todo. 

Me dí cuenta con sorpresa de que estaba comenzando a odiar ese sentimiento. Odiaba depender de él como una niña. Odiaba meditar cuidadosamente cada una de mis palabras sólo para evitar decir algo que me pusiera en evidencia. Aborrecía el hecho de no poder respirar en su ausencia, de no poder sonreír sin él presente. Odiaba anhelar desesperadamente una palabra de aliento que nunca llegaba. Odiaba que él no sintiera lo mismo…

Busqué desesperadamente en el torbellino de mis pensamientos, una señal, por mínima que fuera, que me dijera que él sentía lo mismo por mí… Nada. En mi mente sólo encontraba risas, juegos y tiernas miradas que me gritaban descaradamente que Michael sólo me veía como una amiga, una amiga y nada más, que aquel radiante Peter Pan era inaccesible para esta frágil y temerosa Campanita de imitación.

Ajena por completo a la conversación entre Rebbie y La Toya, miraba por la ventana, sin ver en realidad, perdiéndome en la inmensidad de mis propios pensamientos, entrando a un callejón sin salida. Comenzaba a sentir el insoportable nudo formándose en mi garganta y las humillantes y ardientes lágrimas nublaron mi vista dolorosa y lentamente.

Esperaría. Sin lugar a dudas, esperaría pacientemente a que llegara un momento que bien podía no llegar nunca. Esperaría. Podían secarse los mares, podían marchitarse todas las flores, podía caerse el piso a pedazos, podían pasar mil años y mi amor por Michael no se terminaría. Estaba segura de ello, porque con cada mirada, con cada suspiro, con cada risa que brotaba de sus labios, Michael lograba que lo amara más a cada momento. Con cada respiración, con cada paso que daba, alimentaba, sin saberlo, mi amor por él, el cual, estaba segura, crecería hasta volverse infinito.

Las ardientes lágrimas que corrían silenciosamente por mis mejillas me hicieron saber que eran las primeras que derramaba por Michael. Supe en ese instante que después de ellas, vendrían miles, quizá millones. No me importaba. No me importaba en absoluto tener que someterme al fuego de los infiernos cada mañana, tener que sufrir lo insufrible sólo por verle a mi lado todos los días, sólo para poder embriagarme con el adictivo color de sus ojos, para poder seguir viviendo en aquella bella y frágil ilusión. Aún cuando él no viera en mi lo que yo veía en él, sufriría con gusto hasta el final de mis días sólo por verle cada uno de ellos. Estaba dispuesta a caminar en fuego cientos de veces y a sufrir millones de torturas por verle sonriendo una vez más. Y estaba dispuesta a sufrir mil veces más por ganar su amor, un amor tan inalcanzable como la última estrella del universo.

Al abrirse las puertas de Hayvenhurst, me sequé bruscamente las ardientes lágrimas con el dorso de mi mano, puse mi mejor sonrisa y salí del auto, enterrando el dolor bajo una impasible expresión. Sabía que lo primero que vería sería la sonrisa de Michael, y me prometí fervientemente ocultarle mi dolor. No le dejaría ver más allá de mi fingida sonrisa y el artificial brillo alegre de mis ojos. Me prometí ser fuerte para soportar la inaguantable carga de amarle en secreto. Ya no había vuelta atrás. Nunca la hubo. Haberle conocido era mi fortuna… pero también era mi castigo.

5 comentarios:

  1. Bellisímo Princesa... cada día pareces escribir mejor.... Increíble es la manera en que expresas sentimientos... y en cada capitulo me enamoro mas de tu historia....Un placer leerte, espero con ancias el proximo capitulo....

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  2. Ame este capítulo!
    Me encanta cómo plasmas todos los sentimientos, bellísimo :3 espero subas el cap siguiente lo más posibleee! D: me encanta esta historiaa!
    Besoos! ♥

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  3. Hola!
    nueva lectora
    empece a leer hoy tu nove, y me ha encantado!
    me gusta la forma como relatas cada pensamiento de Julia y de Mike.
    como expresas todo, de una forma no se, mágica, muy linda tu forma de escribir.
    tienes un gran talento, te felicito :).
    hay los 2 están locamente enamorados :3
    q lindo ♥

    Es un placer leerte linda :)
    espero q la puedas continuar pronto
    Saludos :D

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  4. Pobre..Pero seguro que si se fija en los detalles de Mike hacia ella.. descubrirá que el está loco por ella :)
    Espero que ocurra de aquí a nada ;)
    Me encanta, de verdad.
    Continúa muy prontoo!
    Paola♥

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  5. Qué me ha encantado!
    Julia, me has dejado bobísima o_o! cada día escribes mejor. Tu novela es un encanto!

    Michael tiene que darse cuenta de lo enamorada que está ella de él y... viceversa *o*

    Continúala pronto si?
    Un beso enorme guapa!
    Take care (LLL)

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