lunes, 14 de marzo de 2011

Capítulo 18

XVIII
Narra Michael.

Al fin, estaba en casa. Al fin podía saborear con plena libertad el cálido y enervante sentimiento de encontrarme en casa, y tener una razón para vivir respirando a mí lado. Me perdí por un momento en la irreal sensación de paz que flotaba palpablemente a mí alrededor.

Me tendí en mi enorme cama, repasando mentalmente lo que había vivido en los últimos días. En menos de tres días había pasado de estar en una solitaria isla en medio de la nada, en un destartalado e incómodo avión, y en mi casa, Hayvenhurst. Y al parecer todo aquello carecía de sentido. El único sentido en todo aquel torbellino de extravagantes situaciones se encontraba en el milagro que Julia escondía en sus marrones y preciosas pupilas marrones.

Aspirando profundamente el suave aroma a lavanda de las sábanas de seda de mi cama, caí lentamente en un irregular sueño. Cuando me hube despertado, tomé una relajante y casi infinita ducha y bajé, sin ánimos, a encontrarme con mi familia.  Como sabía que pasaría, Rebbie y La Toya “secuestraron” a Julia antes de darme siquiera oportunidad de llevarla a conocer Hayvenhurst en su totalidad. Me las imaginaba entrando a Hayvenhurst con cientos de bolsas de diferentes tiendas; podía verlas probándose un vestido tras otro, gastando el día entero en vanidades… sin embargo, Julia me parecía ajena a todo ello. No podía concebirla abandonada a las vanidades a que acostumbraban Rebbie y La Toya sin, por lo menos, fruncir el ceño con confusión. 

Aproveché para reencontrarme con mi madre y con mis hermanos. Necesitaba sentir la calidez de su abrazo. Necesitaba escuchar su voz, reírme de sus bromas, cantar con ellos. Ser feliz junto a ellos...

-          Ya verás, Michael. Daremos una gran fiesta para celebrar tu regreso, como en los viejos tiempos. Todo debe ser perfecto: el banquete debe ser exquisito; la decoración, maravillosa. Asistirán algunos miembros de la prensa y nuestros amigos más allegados. Será maravilloso –Katherine, con una sonrisa en el rostro, esbozaba sus planes con ilusión, arrancando un acceso de ternura por mi parte.
-          Madre, deberías dejar de pensar sólo en mí. Piensa también en Julia. Estoy seguro de que no se sentirá cómoda si…
-          ¡Qué va! Esa niña está más que cómoda. Ha logrado lo que quería. Está aquí. No tardará en hacerse novia de alguno de ustedes –dijo Joseph con el tono cargado de mal disimulado desprecio, señalándonos a mí y a mis hermanos despectivamente, mientras la furia comenzaba a abrirse paso por sus pupilas color avellana, que ahora llameaban con fuerza –Lo único que quiere es sacarles dinero, ascender socialmente. Eso es lo que quieren todas. Es tan interesada como todas aquellas jovencitas que aparecen en sus camerinos después de los conciertos. La única diferencia es que es buena actriz.
-          No. Julia es diferente. Ella…
-          Ella es igual a todas. ¡Lo único que tiene en mente es el dinero! Tú no le importas en absoluto, muchacho. ¿Acaso no te has topado con suficientes mujeres como esa en tu camerino? En cuanto obtenga lo que quiere, se irá.

Aquella conversación fue derivando inevitablemente en una violenta discusión, y no me gustaban nada los derroteros que estaba tomando. Aborrecía profundamente aquella inquietante e incipiente sensación de que quizá Joseph tenía razón.

-          No es cierto. Julia es mi amiga. Y no voy a permitir que hables así de ella.
-          ¿Ahora me vas a dar órdenes? ¿Quién te has creído? –dijo Joseph al tiempo que sus ojos lanzaban llamas y se ponía en pie, desafiante –Tú no eres nadie sin mí.  ¿Entiendes? Nadie. Yo te hice lo que eres ahora. Sin mí, no serías nada. ¡Nada!
-          Joseph… -Katherine se puso en pie y colocó sus manos en los hombros de Joseph, tratando inútilmente calmarlo. Joseph vociferaba y lanzaba exagerados ademanes por todos lados. La ira se había abierto paso en sus ojos, que llameaban incontrolablemente.
-          Esa niña es una mala influencia para ti y tus hermanos –dijo despectivamente apretando los puños, casi escupiendo las palabras, como si fueran veneno.
-          ¿Mala influencia? ¿De verdad crees que “esa niña” sea una mala influencia? ¿Estás hablando en serio? Hay que ver quién lo dice… –en ese momento me puse de pie, retándole abiertamente.
-          Yo he invertido mi tiempo, mi dinero y mi esfuerzo en hacerte grande, Michael. Y no voy a permitir que tires todo al retrete en un ridídulo momento de estupidez por ir detrás de una…
-          ¡Basta! –corté con un grito, e hice un inmenso esfuerzo por sostenerle la furibunda mirada a Joseph, manteniendo mi iracunda expresión impasible y cerrándole decididamente el paso a las lágrimas.

Joseph levantó la mano, dispuesto a golpearme. En el momento en que cerré con fuerza los ojos, esperando sentir el demoledor golpe sobre mí, Joseph bajó el brazo, lanzó un bufido insultante y despectivo y se fue dando grandes zancadas, y, dando un portazo, salió.

Permanecí inmóvil en mi sitio, tratando de controlar mi acelerada respiración. Sentí los cálidos brazos de mi madre que me rodeaban carñosamente, y me abandoné en la paz que me proporcionaban. Mis hermanos paseaban la mirada nerviosamente de mí a Katherine, se miraban con desconcierto entre ellos y me volvían a mirar a mí, con una indescriptible expresión en el rostro, una mezcla de estupefacción, furia, tristeza y compasión.

-          No puedo creerlo. Por un momento, sólo por un momento, creí que Joseph se alegraría de verme. Pero, como siempre, me equivoqué. Me odia, Katherine. Joseph me odia. Ahora más que nunca -la fría verdad de mis palabras terminó por convencerme de que, quizá, lo que decía no se alejaba mucho de la verdad.
-          No hables así, Michael. Tu padre no te odia, sólo está confundido. Estoy segura de que se alegra mucho de que hayas regresado. Dale tiempo.

Tiempo. ¿Por qué todo con Joseph llevaba tiempo? Le llevaría tiempo llegar a quererme. Le llevaría incluso más tiempo llegar a aceptar a Julia, y tenía la triste, demoledora y fría certeza de que quizá nunca lo haría. ¿Por qué Joseph desconfiaba de ella? ¿Acaso no podía ver la inocencia encallada en el cálido brillo de sus ojos? ¿Acaso no lograba percibir la verdad en cada palabra que brotaba de sus labios color rosa? Francamente, yo dudaba abiertamente de la capacidad de Julia de herir a alguien, pero en ese momento me dí cuenta de que, sí… Julia podía herirme. Con el simple hecho de darme la espalda, o negarme una mirada, Julia me hería con más fuerza que una puñalada al corazón. Cuando sus ojos derramaban lágrimas o en su perfecto rostro se leía tristeza, Julia podía, literalmente, destruirme, hacerme pedazos. Ella tenía la enloquecedora capacidad de romperme en mil pedazos en un segundo, y, al siguiente, con una mirada, reconstruir mi corazón con delicadeza, moldeándolo a su gusto.

-          Michael, ¿confías en ella? –me interrogó Katherine después de casi media hora de silencio, con ojos que clamaban por una respuesta.
-          Infinitamente –respondí con una inusitada firmeza que me sobresaltó, sabiendo que era una de las más grandes verdades en el mundo.
-          Entonces, nosotros también confiamos en ella –me tomó dulcemente la mano.
-          Pero Joseph dijo…
-          Tu padre sólo está molesto, confundido. Dale tiempo, Michael –dijo Katherine – Verás que Joseph se terminará convenciendo también de que Julia es una buena persona.
-          También es muy bella. ¿No es así, Mike? –Jermaine me sonreía con malicia.
-          Bueno… -me encogí de hombros, sintiendo cómo el fuego se apoderaba de mis mejillas –Ella es…
-          ¡Vamos, Mike! –estalló Jackie –Se nota a leguas que te gusta. Y no te culpo, es toda una…
-          ¡Jackie! –interrumpí, imaginándome la clase de adjetivo que estaba por soltar –Julia es mi amiga incondicional, es todo. Es muy bonita, no he de negarlo, pero no la veo como nada más. ¿De acuerdo?

En ese preciso momento, Julia iba entrando por la puerta principal, seguida de Rebbie y La Toya. Iba vestida con un vestido color crema que enmarcaba a la perfección su fina cintura, llevaba el cabello suelto, y sus ondas caían sueltas por su espalda. La miré cautivado. No pude evitar imaginarme la embelesada mirada del maravillado Paris frente a la irreal imagen de Afrodita, Hera y Atenea.

-          Pues esa mirada dice todo lo contrario, Mike.

5 comentarios:

  1. aawww tienees una nueva lectoraaa! :D trataree de comentar todos los capítulos que subas! encontre tu nove por la pag de A Legacy Of Love.. esque amo las novelas románticas ♥.♥ porfavor en cuanto antes SUBE EL PROXIMO CAPÍTULOOO!!!!
    Besooos! n_n♥

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  2. *------* *-------*, es bellísima la manera en que expresas los sentimientos de Michael... Parece como si en realidad el los estuviese escribiendo... Me gustó mucho y sAbes... no creo que solo amistad sean sus sentimientos,no, apuesto a que si Jermine o Jackie o cualquier otro la acortejara Mike se pondría mas que celoso... jajajaja... Bueno espero con ancias el siguiente capítulo... un placer leer la obra de tan excelente escritora como tú.... con amor ...

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  3. Me había atrasado tres capítulo!
    OMG, discúlpame cielo, no volverá a ocurrir :)

    Me las he leído de un tirón y me ha encantado! adoro tu forma de escribir, es muuy buena. *-*

    Cuando no ese Joseph adfsafdasds aagg me revuelve el hígado ese hombre ¬___¬
    En fin, yo sé que Michael no le hará caso a los comentarios de ese hombre :)

    Juliaaaa! espero actualización ya! me muero por seguir leyéndote *-*

    Un beso enorme si?
    Y disculpa otra vez la demora en comentar.
    Cuidate mucho cosa guapa!
    Adiós : )

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  4. Sí que le gusta, lo que pasa es que aun no se ha dado cuenta, espero que sea pronto. (:
    Me encanta, de verdaaaad!
    Un besooooo! Siguee cuanto antees!
    Paola♥

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  5. OMG!!
    casi me muero con la discusion de Mike y Josseph, de estar ahi, me hubiera metido al medio, para yo resivir el golpe
    esos hermanos de mike, siempre tan mal pensados xD
    me ha encantado, siguela pronto, me mataste con lo ultimo :O

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