viernes, 28 de enero de 2011

Capítulo 2

II

El hombre, a quien tomé como su guardaespaldas, me sentó bruscamente en el asiento, y mantuvo en ojo en mí y uno en su protegido. Yo, por mi parte, estaba completamente sorprendida, tenía la boca abierta, y los ojos aún más.

No podía creerlo. Era imposible. Completamente imposible. Siendo yo una persona con muy mala suerte, el hecho de que Michael Jackson, el más talentoso de los Jacksons –sin menospreciar el talento de los demás, por supuesto- estuviera ahí y me hubiera hablado era imposible. Seguí repitiendo esa palabra en mi mente por unos cuantos minutos.

Me obligué a permanecer sentada, tratando de controlar los temblores de mi cuerpo debidos al nerviosismo, y tratando de suprimir una carcajada producto de lo inverosímil de la situación.

Cuando mi nerviosismo pasó, miré hacia donde mi ídolo se encontraba, y, me encontré con sus hermosos ojos color marrón mirándome. Esa mirada provocó escalofríos en mí e hizo que me sonrojara nuevamente. Él debió haberlo advertido, ya que sonrió, se mordió el labio inferior, e inmediatamente después, se sonrojó él también.

El hombre junto a él comenzó a hablarle y a acaparar por completo su atención, por lo que tuve que resignarme a la idea de que todo contacto con él había terminado. Abrí el libro que aún sostenía en las manos, y me obligué a comenzar a leer de nuevo.

No sé en qué momento me quedé dormida, pero desperté 2 horas después de haber tomado el vuelo, y, tal como yo esperaba, nadie se había sentado a mi lado. Perfecto. Eso me daría la libertad de sentarme a mí gusto y poder liberar mi mente mientras daba forma a las nubes que veía a través de la ventanilla. Pensé en mi familia, y lentamente, unos gruesos lagrimones comenzaron a correr por mis mejillas, las cuales no me molesté en secar. Esta vez lloraría a mi gusto

Poco tiempo después, pasado el llanto, se acercó a mí una azafata de ojos claros y sonrisa amable, me tendió un pliego de papel, me dedicó una sonrisa aún más grande, guiñó un ojo y se fue, dejándome desconcertada.

Lentamente, abrí el pequeño pliego, que en realidad era una servilleta, y procedí a leer:

“No tienes por qué agradecerlo. Fue todo un placer. Siento que mi guardaespaldas no haya permitido que te quedaras, hubiera sido agradable conversar contigo, espero algún día tener la oportunidad de hacerlo”

Atentamente: Michael Jackson.

Imposible. Levanté la vista hacia donde él estaba y lo encontré de pie en medio del pasillo, mirándome expectante, sonreí tímidamente e inmediatamente después él respondió con una enorme sonrisa y levantó la mano ligeramente para saludarme. Miró a su lado para comprobar que su guardaespaldas estuviera dormido y, al parecer, se encontró con una imagen no muy favorecedora de él, ya que comenzó a reír a carcajadas, despertando a más de un pasajero, incluido su guardaespaldas, quién se aclaró la garganta y recuperó la compostura casi inmediatamente. Michael hizo gestos de disculpa a las personas a quienes había despertado y se sentó de nuevo.

Yo, por mi parte, prácticamente me acosté en el asiento, tratando de asimilar lo que estaba ocurriendo. Después de darle unas cuantas vueltas al asunto, decidí que lo mejor era olvidarme de su presencia ahí e intentar no ilusionarme con él, ya que probablemente nunca le vería de nuevo.

Con esta idea, al poco rato volví a rendirme ante el sueño. Tiempo después, un fuerte sonido me hizo despertar, el sonido de los truenos. Miré por la ventanilla y me encontré de frente con una tormenta eléctrica, quizá una de las más fuertes que había presenciado. La tormenta provocaba fuertes turbulencias al avión, las cuales, a su vez, provocaron un estado de alarma en aeromozas y pasajeros, quienes se apresuraron a ajustar sus cinturones.

Algunos niños comenzaron a llorar, las mujeres gritaban y algunos pasajeros hiperventilaban. Yo no sabía qué hacer. Un pánico prematuro se había apoderado de mí.

Las aeromozas, en vano, intentaban tranquilizar a algunos pasajeros, que habían perdido la calma, yo, por mi parte, estaba confundida y atemorizada, todo estaba pasando muy rápido. El avión se movía cada vez más fuerte, y fue entonces cuando las mascarillas de emergencia hicieron su aparición, intenté ponérmelas lo más rápido posible, pero el temblor en mis manos no me ayudaba. Las aeromozas se movían lo más rápido que podían por los pasillos murmurando algo sobre las probabilidades de desplomarnos. Me paralicé al oír aquello.

De repente, las turbulencias aumentaron más, al tiempo que los rayos y truenos hacían lo mismo. Vino un fuerte sonido en la parte trasera del avión, y momentos después, la cola de éste se consumía en llamas, propagando el miedo.

Una gran explosión. Fuego. Gritos. Dolor. Vacío. El avión estalló, ocasionando la muerte instantánea a muchos de los pasajeros. Después de eso, los demás pasajeros fuimos expulsados al espacio, y comenzamos a caer. Caímos a gran velocidad hacia el mar. ¿Cuántas posibilidades habían de sobrevivir a eso?

No me dio tiempo de pensar en nada más que en mi familia mientras caía. En que nunca más volvería a verlos. En que ya nada me dolía, ni dolería después de eso. Después, pensé en la muerte, que en poco tiempo me cubriría con su frío manto y haría que me sumiera en un sueño del que no despertaría nunca. 


Su opinión es importante...
Una pequeña petición, les pido que se tomen unos cuantos minutos para comentar los capítulos. Sus comentarios son realmente importantes para mí. Me ayudarán a saber si lo estoy haciendo bien, y si puedo mejorar me ayudarán a saber cómo hacerlo. Se los agradeceré mucho.

:)

miércoles, 26 de enero de 2011

Capítulo 1

I

Desperté hecha un cúmulo de emociones. No sabía qué emoción era la más adecuada según mi caso. ¿Ansias? ¿Confusión? ¿Miedo? ¿Alegría? ¿Melancolía?... Podía seguir mencionando miles de estados de ánimo, y aún así no daría con el que en ese momento me embargaba. Ese día, después de  un mes fuera de casa, volvería. Volvería a casa.

Madrid, 09 de Junio de 1975. Tenía que marcar esa fecha en mi calendario. Ese día tomaría un avión que me llevaría de vuelta a México, a mi hogar. No era la primera vez que hacía un viaje tan largo, pero esta vez era especial. Esta vez demostraría que ya no era aquella niña retraída y temerosa a cualquier cosa a más de un metro de ella. Todo era diferente. Yo era diferente.

Llegué al aeropuerto a las 10 de la mañana. Compré unos cuantos libros y me dispuse a esperar. Mientras esperaba el anuncia de que el avión estaba cercano a despegar, un joven alto y con aspecto agitado se sentó frente a mí. Yo, discretamente, levanté la vista del libro que leía y le miré. Era muy apuesto. Era delgado, tenía un rizado cabello color negro, y una piel morena que consideré perfecta, no pude apreciar el color de sus ojos, ya que llevaba lentes oscuros, pero me imaginé un par de ojos color marrón. Llevaba una camisa roja, pantalones de mezclilla y mocasines negros. Continuaba respirando agitadamente.

Mientras me preguntaba el porqué de su agitación volví la vista a María, el libro que leía, pero, pasado un rato, sentí su mirada fija en mí. Me ruboricé e inmediatamente intenté ocultarlo hundiendo más mi cara en el libro, y reanudé mi lectura.

El avión se había retrasado, genial. Al cabo de 3 horas de larga espera, de mis ojos caían grandes lagrimones, producto de las tristes páginas que leía. Mientras buscaba algo con qué secar mis humillantes lágrimas, me topé con una delicada mano que me tendía un pañuelo. Titubeante, lo tomé.

-          Gracias –atiné a decir entre sollozos. – No tenías que molestarte.

El joven me miró con cara de desconcierto por unos segundos.

-          Lo siento. No puedo entenderte –dijo en un perfecto inglés al momento en que se daba la vuelta, cogía su maleta y se iba, respondiendo a la voz que anunciaba que el avión estaba próximo a despegar, con destino a la Ciudad de México, haciendo escala en Miami.   

Rápidamente sequé mis lágrimas, sintiéndome una tonta. Cogí mi maleta, mi bolsa de mano y mis libros, y, lentamente, me dirigí, lentamente a mujer que recibía los boletos. Continué caminando sin prestar atención, siguiendo a los demás pasajeros, hasta que me topé con una amable azafata que me guió hasta el asiento que me correspondía, el cual, estaba a dos asientos de la primera clase.

Sumida en pensamientos acerca de lo cerca que estaba de ver a mi familia otra vez, un destello rojo me hizo volver la vista. Era él. El apuesto chico del pañuelo. Me levanté de mi asiento, con intenciones de agradecerle y temiendo hacer el ridículo otra vez.

-          Gracias. Por el pañuelo –dije perfectamente en inglés. – No era necesario.

El chico sonrió, y en ese momento quedé deslumbrada por la belleza de su sonrisa. Estaba completamente embelesada viéndole, sonrojándome cada vez más cuando algo mucho menos grato me hizo salir de mi ridículo estado:

-          Lo siento, señorita, pero el Sr. Jackson no firmará nada por ahora –dijo un hombre alto y fuerte mientras me empujaba a mi asiento.

No era posible. ÉL no era cualquier persona. ÉL era Él. Era Michael Jackson.



Hola:
Como podrán ver, soy nueva en este asunto de los blogs, es la primera vez que hago uno, pero con tal de dar a conocer mi historia, lo que sea.

Espero que este primer capítulo haya sido de su agrado. Sólo les pido una cosa, por favor comenten. Sus opiniones, ya sean buenas o malas, ayudarán a hacer de esta historia la mejor.