viernes, 18 de febrero de 2011

Capítulo 9

IX

Una creciente presión se acumulaba en mi pecho con cada entrecortada y nerviosa respiración que daba. Un dolor cada vez más grande me invadió, pero sabía que no podría soportarlo mucho tiempo más. No esta vez.

-          Michael. No entiendes –temía revertir los papeles y terminar llorando en el hombro de Michael, pero ya era hora de desahogarme.
-          Ayúdame a entender. Quiero entenderte –dijo, e inevitablemente pensé que no podría. Nadie podría entenderme nunca.

Llevaba media vida viviendo en el miedo, en el dolor, y nadie lo sabía. A nadie le importaba. Llevaba media vida queriendo aligerar el peso en mi corazón, y ahora Michael me ofrecía esa posibilidad.

-          No soy una niña, Michael. Dejé de serlo hace mucho tiempo –al notar la sorprendida expresión de Michael, no pude evitar sonrojarme –No me malinterpretes, no es lo que estás pensando… –Michael suspiró aliviado y continué hablando –La vida me ha obligado a renunciar a mi infancia y a verme arrojada de pronto a un mundo lleno de dolor, a dejar de ser una niña.

Hice una pausa, dejando que unas cuantas lágrimas rodaran lentamente por mis mejillas, llevándose con ellas la opresión en mi pecho. Continué hablando con la mirada fija en la arena.

-          Mi madre murió el día que yo nací. Así que nunca conocí el amor de una madre, ni su amoroso abrazo antes de dormir, ni su consuelo cuando las cosas salen mal, nunca. Supongo que mi padre jamás pudo superar su muerte, así que para escapar de su realidad, se sumió en el alcohol, dejándome abandonada e indefensa, sola. Cuando mi padre se embriaga, se transforma completamente. Deja de ser el hombre trabajador y serio que siempre conocí. Cuando se embriaga es un hombre casi irreconocible para mí. Se convierte en un monstruo capaz de golpearme, gritarme, herirme, en fin, de hacerme daño. Con el tiempo, el alcohol y el trabajo se convirtieron en sus únicos compañeros, me expulsaron de su vida para siempre. La mitad del tiempo estudio y asisto a clases de ballet mientras mi padre hace su parte. La otra mitad, la vivo encerrada en mi cuarto, la mayoría de las veces llorando y queriendo borrar las marcas de sus golpes de mi vida para siempre. –hice un alto, el nudo en mi garganta me impedía hablar –Lamenta tenerme como hija. Sé que me culpa a mí por la muerte de mi madre, y yo no puedo evitar pensar que tiene razón. Aún así, es mi padre, y le quiero. Así me dí cuenta de que necesitaba ser fuerte, de que no podía esconderme tras la máscara de una niña, porque no lo era más. La vida me obligó a renunciar a muchas cosas. Renuncié para siempre a mi niñez, al amor de una madre y a la comprensión y protección de un padre. Renuncié a la mitad de mi corazón, que se fue cuando mi madre lo hizo.

Comencé a llorar inconsolablemente, lágrimas ardientes caían por mis mejillas, dejando sus calientes marcas en mi rostro. Cada lágrima que caía se llevaba un poco de dolor, y me proporcionaba el alivio de haber expresado mis sentimientos, de haber calmado un poco la pena de mi ser.

-          Calma –Michael me acunó tiernamente en sus brazos, permitiendo que llorara en su hombro cuanto quisiera –Ahora estás conmigo. Julia, mírame. –me tomó de la barbilla, obligándome a verle a los ojos, que también derramaban lágrimas –Te prometo aquí y ahora que nunca, óyeme bien, nunca, voy a dejar que nadie ni nada te hiera. Siempre voy a estar ahí para ti. Yo te voy a sacar de ese infierno, te lo juro, Julia. Te lo juro.
-          Michael, muchas gracias, no sé cómo agradecer todo lo que has hecho por mí. Perdona que te cargue con mis problemas, sé que probablemente no querías escucharlos. Sé que tienes tus propios problemas, pero necesitaba descargar mis emociones. Sé también que debo ser fuerte, pero hay momentos en que siento que no puedo más. Todo esto es más grande que yo. Gracias a ti, ahora sé que puedo seguir adelante. Gracias, Michael. –las lágrimas caían con la fuerza de la lluvia en mi rostro, y mis sollozos se apagaron lentamente al tiempo que recosté mi cabeza en el pecho de Michael, arrullándome con el latido de su corazón.

Me perdí en el compás de sus latidos, lentos pero rítmicos. Me perdí en la calma que me proporcionaba, en la tranquilidad que inspiraba. Michael murmuraba palabras de consuelo, me arrullaba como a una niña mientras mis sollozos terminaban de apagarse. Acariciaba delicadamente mi castaño cabello y retorcía con sus dedos las ondas de éste. En ese ambiente de paz, fue inevitable para mí dormirme.

Desperté acurrucada cerca de la calidez del fuego, aún en los brazos de Michael, quien continuaba acariciando mi cabello delicadamente.

-          Ha despertado la Bella Durmiente –dijo suavemente a mi oído cuando abrí los ojos por completo -¿Te encuentras mejor, pequeña? –preguntó Michael con un tono casi paternal.
-          Sí. Pero me hubieras despertado, seguro fui una molestia... –comencé a decir avergonzada mientras me sentaba sobre la arena.
-          ¡Qué cosas dices! Tú no me molestas, Pulgarcita -interrumpió-  De hecho, fue bastante recreativo verte dormir.
-          ¿Recreativo? –le miré mientras elevaba una ceja.
-          Sí –me miró burlón –Eres muy divertida cuando duermes. Quizá hasta más que cuando estás despierta. Duermes con la ternura propia de un bebé, te aferraste a mi camisa y no paraste de hablar en sueños.
-          ¿Hablar en sueños? –le miré incrédula -¡Yo no hablo en sueños!
-          ¡Sí que lo haces! –me señaló con su delicado dedo índice.
-          ¿Y puedo saber qué dije? –crucé los brazos, adoptando un aire serio para disimular mi vergüenza.
-          No. No puedes –la mirada en su rostro cambió y apartó la vista de mí. Me desconcerté.
-          Vamos, dime. Al fin y al cabo eran MIS sueños. Creo tener derecho a saber lo que dije –me acerqué a él, buscando su mirada, que me esquivaba ágilmente.      
-          De acuerdo –suspiró –Dijiste mi nombre.
-          ¿Muchas veces? –comencé a sentir fuego en mis mejillas.
-          Unas diez –una sonrisa comenzó a abrirse paso en su rostro.
-          ¿Dije algo más? –crucé los dedos, esperando a que dijera que no.
      -     Sí –en ese momento nuestras miradas se cruzaron y pude ver en sus ojos toda la magia, la ternura y la inocencia contenida dentro de su ser –Dijiste: “Michael, te quiero.”

5 comentarios:

  1. owwww! que tierno final :3
    me encanto!
    siguela pronto ,esta hermosa
    que bueno que al fin pueda desahogarse julia
    y michael siempre tan atento :D

    me encanta!

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  2. OOOOOWWW... TIERNOO EL FINALLL !!!!.... lo amee...esta hermooosaa.espero el otro capitulo con muchas ganas!!!! :D :D (LLLLLL)

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  3. K HERMOSOO Y TIERNO el final...juliaa me la imaginoo aferrandose a la camisa de michael como un bebe K TIERNAA!!!! encerioo FELICITACIONES amoo tu novelaaa SIGELA PRONTOO..... :D

    By: Jaavieraa

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  4. ESE FINAL FUE FANTASTICO! ME ENCANTÓ JULIA!!!!!!!!!

    BESOS Y SIGUE PRONTO!!!!

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  5. Qué final más bonitoo!! :D :D Me encantó, me derretí!! :) Eres una gran escritora!! :)

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