lunes, 14 de febrero de 2011

Capítulo 7

VII

Cuando desperté, por la mañana, me encontré con que Michael no estaba. Entré en pánico. ¿Y si algo le había pasado? Me levanté de un salto y caí en la cuenta de que tenía su camisa sobre mis hombros. Sonreí, pensando en lo considerado que era.

Miré por un momento el paisaje. No había cambiado mucho. Frente a mí se abría un mar gris y con un hostil oleaje alto, el cual había hecho el favor de llevarse la cruel evidencia de lo ocurrido. En el oscuro cielo, el sol hacía terribles esfuerzos por levantarse e iluminar el día. Temerosa, decidí levantarme para buscar a Michael, pero no tuve que buscar mucho, ya que, de algún lugar del interior de la isla, caminaba graciosamente hacia mí, con la camiseta blanca que llevaba bajo la camisa y sus ya desgastados pantalones de mezclilla. Llevaba en las manos varias frutas de aspecto apetitoso.  

-          ¡La Bella Durmiente ha despertado! –dijo con una mueca divertida en el rostro. Yo no pude evitar reírme. Debía lucir espantosa en ese momento, con el cabello enmarañado y arena por todas partes, además de las quemaduras en mi rostro y brazos.
-          ¡Y Robinson Crusoe ha traído el desayuno! –me mostró la lengua y me ofreció un mango, haciéndome reír.
-          ¡Te has reído! Creí que nunca iba a escucharte reír. Deberías hacerlo más a menudo, tu risa es adorable.

Ese comentario hizo que los colores me subieran a las mejillas, provocando que el mango casi resbalara de mis manos, en un humillante gesto. Michael se dio cuenta, apartó la vista de mí, y cambio de tema.

-          Ahí dentro hay cosas geniales –dijo señalando el interior de la isla. –Incluso hay un pequeño arroyo de agua dulce.
-          ¿En serio? –en ese momento caí en la cuenta de que moría de sed.
-          Sí. En cuanto termines de comer, iremos para tomar agua y, bueno… asearnos.

Asentí con la cabeza mientras prácticamente devoraba todo lo que Michael había traído mientras él me miraba divertido. Cuando terminé, Michael me guió hacia el arroyo, que resultó ser toda una maravilla.

Hermosos helechos lo bordeaban, al igual que verdes árboles de tamaño casi sobrenatural, las aguas más cristalinas corrían por su cauce y peces de todos los colores nadaban en ellas. Pequeños haces de luz se colaban entre las ramas de los árboles, dándole al lugar un aire mágico. La belleza del lugar me dejó boquiabierta, y, al ver mi expresión, Michael lanzó una carcajada. Aprovechamos para saciar nuestra sed y tomar un baño, para lo cual tuvimos que hacer un pacto de confianza, era claro que ninguno se dejaría ver por el otro.

Tomé mi baño rápidamente, con un ojo puesto en Michael -que había insistido ser el segundo- para asegurarme de que no volteara. No lo hizo, con lo que se ganó mi confianza por completo. Obviamente, tampoco yo volteé mientras él se bañaba, demasiado ocupada estaba en intentar secar mi cabello y calmar el renovado ardor de mis heridas, además de que no tenía la más mínima intención de perder su confianza.

Cuando ambos estuvimos listos, devolví su camisa a Michael y nos dispusimos a explorar el lugar, siempre siguiendo el curso del arroyo. Yo estaba bastante temerosa, me espantaba lo que podríamos encontrar, y durante todo el recorrido caminé muy cerca de Michael, mirando a mí alrededor muy alerta. A menudo, Michael se reía de mí, diciendo que no había nada que temer, que él me protegería. Le creí. Algo había en él que me hacía confiar en cada palabra que decía. Me transmitía una inmensa confianza, y eso me espantaba.

Al adentrarnos más en la isla, pudimos descubrir que el agua emergía de uno de los lados de un pequeño cerro que se alzaba en el medio de la isla. El agua caía en forma de una pequeña y cristalina cascada, al final de la cual había rocas de todos los tamaños, cubiertas de color verde esmeralda.

A ninguno de los dos le interesaba conocer el origen del agua dulce, ya que no era importante para nosotros. Sin embargo, le dio a Michael un buen motivo para competir, lo cual era, al parecer, una de sus actividades favoritas.  

-          Apuesto a que no llegas antes que yo a la cascada –dijo Michael sonriéndome.

Antes de darme tiempo para responder, él ya se había echado a correr. Comencé a correr, corrí lo más rápido que pude –que era muy lento a decir verdad- y, obviamente, no gané.

-          Sabía que no ganarías –sonreía ampliamente y no daba signos de cansancio. En cambio yo apenas podía respirar y tenía las manos apoyadas en las rodillas.
-          Yo también –dije, haciendo que Michael rompiera a reír.

Me erguí y le miré fijamente a los ojos, fingiendo estar enojada y caí en la cuenta de que junto a Michael debía parecer una enana, y que probablemente, a sus ojos, no estaba muy lejos de serlo.

-          Vaya que eres bajita –dijo mirando hacia abajo, al parecer también leía mentes.
-          Sí. Creo que lo notaste bastante rápido… –crucé los brazos.
-          ¿Cuánto mides exactamente? ¿Medio metro? –comenzó a reír.
-          No. Metro y medio –dije entre dientes, comenzando a sentir la ira correr lentamente por mis venas. Sus risas se hicieron más fuertes, llenando el ambiente con su bello y desquiciante sonar. Eso no me gustaba mucho, era algo que no soportaba. No soportaba que se burlaran de mí. Mientras él apenas podía respirar debido a su ataque de risa, me acerqué sigilosamente a él y le dí un fuerte empujón, haciendo que cayera de lleno al agua.

Eso sí que me hizo reír. Michael me miró incrédulo mientras me partía de risa, y al instante siguiente también él se reía.

-          ¡Pagarás por esto, Julia! –gritó y ágilmente salió del agua para ir tras de mí.

Torpemente, corrí para evadirlo, pero pocos segundos después, Michael me cargaba como a un costal sobre su espalda y me llevaba directamente al agua.

-          ¡No! ¡Por favor no! ¡Acabo de bañarme! ¡Piedad! –gritaba entre risas.
-          ¿Algo que decir, señorita? –dijo Michael mientras llegaba a la orilla del arroyo.
-          ¡Te odio! ¡Bájame!
-          ¡No lo creo! –dijo, y me lanzó directo al agua en medio de una carcajada.

Mientras Michael se partía de risa nuevamente, de una brazada, lo empapé. Él, divertido, se lanzó al agua.

-          ¡Acabaré contigo! –gritaba mientras avanzaba rápidamente hacia mí, y yo, torpemente intentaba escapar de su ataque.

Jugamos como niños, ampliando el lazo de amistad que se formaba entre nosotros a cada momento. Confiando más en el otro a cada momento. Nos liberamos y disfrutamos al máximo cada instante, disfrutando de las risas y burlándonos el uno del otro. Jugamos por horas, hasta que el cansancio nos obligó a parar.

-          Creo que es mejor que salgamos de aquí, Pulgarcita –dijo Michael, quien me tomaba suavemente por el brazo mientras me ayudaba a salir del agua.

El fuerte viento que soplaba ayudó a secarnos con rapidez. Mientras caminábamos, buscando un lugar dónde sentarnos, aproveché para iniciar mi propio interrogatorio.

-          Michael, viendo la situación y tomando en cuenta que ayer no me dejaste preguntarte nada, he decidido que eres tú quien tiene que someterse a interrogatorio ahora.
-          No lo creo, señorita. Aún tengo muchas preguntas que hacerle –dijo Michael jugando a hacerse el serio.
-          Hablo en serio, Michael. Yo ya respondí a todas tus preguntas, sin excepción. Ahora, responde tú.





Chicas:
Lo prometido es deuda. Aquí está el siguiente capítulo. Espero les haya gustado, comenten por favor.
Felíz San Valentín.






4 comentarios:

  1. Esta hermoso!
    me gusto mucho eso de la confianza :3
    me ha encantado...
    gracias por subir :D
    feliz san valentin para ti tambien!

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  2. Hola Julia!!!! Me gustó muchísimo el capítulo, sobre todo la descripción de los lugares. Mientras leía iba imaginándome todo! SIMPLEMENTE HERMOSO!

    Un gran beso Julia! Sigue pronto!

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  3. Hermosoo hermosoo capitulooo !! ME ENCANTOOOOOOOO....gracias por subirloo..!! y feliz dia de san valentin para ti tambien :)

    By: Jaaviera

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  4. Guaoo! Soy una nueva lectora, y me encanta tu novela! Antes me ha tenido tan intrigada y conmovida, y ahora estoy casi derritiéndome! Es muy buena!
    Un beso :)

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