miércoles, 9 de febrero de 2011

Capítulo 4

IV

Con toda la rapidez que me permitían mis doloridas piernas, corrí hacia él. Me arrodillé en el suelo junto a él con el corazón pendiendo de un hilo y comprobé lo que ya sabía. Michael Jackson. Él me había salvado. Gracias a él podría seguir viviendo. Tenía que ayudarlo.

Su respiración era entrecortada, y su pecho realizaba movimientos irregulares. Intenté tranquilizarlo.

-          Calma. Estoy aquí. Te ayudaré. Estarás bien –murmuraba a su oído, con todas las esperanzas del mundo de poder ayudarlo.

Cuando su respiración se estabilizó, yo también lo hice. Me senté más cómodamente a su lado y me dispuse a examinar las lesiones de mi cuerpo. La mayoría eran quemaduras, y no eran muy graves, pero ardían igualmente. Tenía unos cuantos raspones en la cara que no dolían mucho. Después, analicé las heridas de Michael. Su estado era claramente peor que el mío.

Tenía quemaduras grandes en brazos y pecho, que aún sangraban. En su rostro habían raspones pequeños pero profundos, el gesto en su rostro dejaba claro que sufría. La lluvia seguía cayendo con fuerza y temí que enfermara.

Busqué un lugar para protegerlo de la lluvia, encontré una palmera y lo llevé a rastras con el mayor cuidado bajo la escasa protección que ésta proporcionaba. Me senté a su lado y esperé impaciente a que despertara. Al ver que pasaba el tiempo y el no despertaba, decidí buscar algo que comer para ofrecerle en cuando lo hiciera y para calmar mi propia hambre. No conseguí mucho. Tenía miedo de ir más allá de las palmeras que marcaban el final de la playa, así que regresé con 3 miserables cocos y una idea no muy clara de cómo abrirlos.

Después de buscar por un buen rato una piedra de tamaño adecuado y pasar una media hora intentando abrir los cocos, lo logré. Abrí un coco, bebí el agua de su interior y luego comí su carne. Justo antes de terminar, una voz interrumpió mi concentración.

-          ¿Quién… eres tú? –dijo Michael con un hilillo de voz.
-          Hola. Por fin despiertas. ¿Te encuentras bien? –dije ignorando su pregunta, no sabía muy bien qué decirle. ¿Cómo explicarle que había sobrevivido a un accidente de avión y que ahora se encontraba en una isla en medio de la nada, aparentemente desierta? Pero bueno, quizá no tuviera nada que explicar, al fin y al cabo él me había traído hasta aquí.
-          Creo… Sí –intentó sentarse, pero el dolor se lo impidió, así que le ayudé. –Gracias –dijo.
-          No es nada. ¿Tienes hambre? – señalé los cocos.
-          No. Muchas gracias. Eres muy amable. Veo que has cuidado de mí. No debiste molestarte.
-          No fue nada, en serio. Además, creo que te lo debía. Me salvaste. Pude haber muerto. Gracias–dije mirándolo a los ojos, tratando de expresarle todo mi agradecimiento, aunque sabía que no lo lograría.
-          No podía dejarte ahí. No podía verte morir ahí. Me lo hubiera reprochado toda mi vida –dijo, mientras su mirada se perdía en el espacio.
-          Pero, de todas aquellas personas, ¿por qué yo? –pregunté.
-          No fue asunto de elección, a decir verdad, eras la persona más cercana a mí, y, con seguridad, la única a la que podría salvar, es decir, no fue tan difícil llevarte a la orilla, eres muy pequeña –me miró y por un instante me perdí en la belleza de su mirada, tan profunda como el mar mismo.
-          Gracias –tomé su mano –Gracias, de no ser por ti, no estaría aquí ahora. Gracias.
-          Desde luego, no tienes que agradecer, de verdad. Y… Espera… ¿Qué es eso? –con un dedo señaló hacia el mar, y cuando giré para ver lo que había captado su atención, me tomó menos de 3 segundos en levantarme y salir corriendo.

Era un niño, un niño de no más de 5 años cubierto en sangre, que se arrastraba en la orilla de la playa. Llegué a él y le acuné en mis brazos.

-          ¿Mamá? –preguntó con lágrimas en los ojos. No tuve corazón para mentirle. Asentí mientras las lágrimas inundaban mis ojos.
-          Soy yo, amor.
-          Me duele mamá, me duele mucho –el niño también lloraba inconsolablemente.
-          Ya, cariño. Pronto dejará de dolerte. Yo haré que el dolor se vaya –susurré en su oído mientras lo abrazaba fuerte contra mi pecho, pensando en que ojalá así fuera. Cuando lo aparté para ver su rostro, sus ojos azules me miraron inexpresivos, y la luz de su mirada se apagó lentamente. Se había ido.    

Me solté a llorar, gritos de dolor salían por mi garganta con toda la fuerza que anteriormente los contenía. Abracé al pequeño con fuerza y dejé que el llanto y el dolor me envolvieran.

-          Lo siento mucho –escuché la voz de Michael detrás de mí. Él también lloraba.
-          Ha muerto –no pude decir nada más.
-          Lo sé –se arrodilló frente a mí, me arrancó al niño de los brazos, cerró delicadamente sus ojos y lo dejó en el suelo, con una mirada llena de tristeza.
-          No –dije, intentando tomarlo de nuevo en mis brazos.
-          Ven aquí –abrió sus brazos y yo, sin pensarlo me arrojé en ellos, abandonándome al llanto de nuevo.

El abrazo de Michael logró reconfortar mi corazón. Ahora sabía que no estaba sola. Que no tendría que afrontar todo esto sola, que habría alguien ahí en las noches cuando me despertara llorando, que habría alguien que me consolaría cuando la tristeza me embargara, que habría alguien que me daría las fuerzas necesarias para salir adelante, para continuar.

Así, abrazados, lloramos juntos un largo tiempo, llorando por el niño, llorando por todos los demás, llorando por nuestra propia desgracia. Cuando las lágrimas de ambos se terminaron, Michael se apartó un poco, me miró a los ojos y me hizo sentir que todo valdría la pena.

-          No podemos dejarlo ahí. No así –dijo en voz baja. Negué con la cabeza.

Michael se levantó, me tendió una mano y me ayudó a ponerme de pie. Cogió al niño en sus brazos, miró a su alrededor y comenzó a caminar.

-          Ahí. Lo enterraremos ahí –dijo, señalando con la cabeza un claro rodeado de palmeras. Me estremecí.

Dejó al niño en el suelo, y se dispuso a cavar, cavó con sus propias manos un hoyo lo suficientemente profundo como para que el niño cupiera dentro. Durante todo ese tiempo, ninguno de los dos dejamos de llorar. Yo, parada a pocos metros de él, completamente inmóvil y cubierta por el llanto, tenía la vista puesta en el pequeño, pensaba en todo lo que le faltaba por vivir, en todas las cosas que le faltaban por ver. Antes de que Michael lo depositara en la fosa, le dí un beso en la frente.

Michael comenzó a consolarme, y a consolarse a sí mismo, a decir que ya estaba en un lugar mejor, que nunca sufriría más, que ya se había reunido con su madre en los cielos. Durante todo su discurso yo no hacía más que llorar, apretando fuerte los puños.

Juntos, Michael y yo cubrimos su cuerpo con arena, hicimos una cruz con dos ramas y nos retiramos de ahí, incapaces de permanecer ahí más tiempo. Cuando llegamos al lugar dónde estábamos antes, me senté en el suelo y miré la arena sin mirar en realidad. Los recuerdos se agolpaban en mi mente con la fuerza de las olas rompiendo en la playa. Rompí a llorar de nuevo.

-          Calma, no estás sola –Michael tomó mi temblorosa mano y me hizo sentir que así era. Efectivamente, no estaba sola.



6 comentarios:

  1. Nótese mi falta de inspiración en este capítulo... pero prometo que las cosas se pondrán mejores muy pronto.

    Por favor, a todo el que se pase por aquí, le pido que comente. Es de vital importancia.

    Gracias a todas las chicas que han comentado, gracias por su apoyo y los comentarios tan lindos que me dejan. Ustedes me impulsan a seguir con esto. Cualquier sugerencia u comentario de otra índole será bienvenido.

    Nuevamente gracias y muchos besos!

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  2. Debo confesar que me hiciste llorar!!!! Hacia mucho tiempo que no me pasaba. No se si te sientes inspirada o no, pero lo hiciste muy bien!

    Es un placer poder leer tu novela Julia. Sigue pronto!!!

    Te mando un fuerte abrazo y muchos besos!

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  3. Oh, muchisimas gracias! Y yo que estaba convencida de haber escrito una porquería...

    Gracias por tu comentario, me hizo el día.
    Besos!

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  4. Wao, se me hizo un nudo en la garganta con lo del niño...
    pobre Mike y ella...yo diria que tendrian que ver si alguien mas sigue vivo a eso...
    aiguew pronto, esta genial!
    algo triste, pero asi es el destino...
    buen trabajo :)

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  5. Hola!! No se si me recuerdas, soy Adia... me encanta tu historia! Por favor no dejes de escribir... se te da de maravilla!

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  6. Me mataste con lo del niño D:
    y yo que ando llorona estos días!

    Pero hey, que me ha encantado!
    adads y todavía me falta por leer *-*
    a ponerme al día YAYAYA xDD

    Cuidate Julia.. un beso.
    Adiós!

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