martes, 3 de mayo de 2011

Capítulo 27

XXVII


Desperté temprano aquella mañana. Sin pretenderlo, me sorprendí  intentando desesperadamente discernir entre la realidad y la fantasía. Cuando lo logré, tuve que reprimir las ganas de esbozar una sonrisa.

Una embriagadora sensación de paz me invadió, fui incapaz de moverme, y me limité a abrir los ojos. Un dulce aroma me llenaba los pulmones de golpe a cada respiración. Aquel aroma era profundo, delicioso, indescriptible… Era Michael.

Me giré, y apoyando mi cabeza sobre una mano, me dediqué a admirar aquella obra de arte a escala que descansaba junto a mí.

Michael aún dormía. Tiernamente enfundado en su pijama, descansaba despreocupadamente. La paz me manifestaba en cada centímetro de sus bellas facciones. Sin poder evitarlo, detuve la mirada en su rostro. Miré las infinitas curvas de sus pestañas, sus suaves labios. Su piel canela refulgía con los primeros rayos del sol, suaves y dorados. <<Imposible>>, pensé entonces, pues había descubierto que, quizá, la perfección sí existía.

Miré a Michael lo que pudieron haber sido horas. Me regocijaba escuchando los ininteligibles murmullos que soltaba entre sueños y mirando el leve y casi imperceptible temblor de sus párpados mientras dormía. Su inmóvil rostro me pareció entonces tan hermoso e intrigante como el de una escultura tallada en mármol. De improviso, aquellas estáticas mejillas se vieron bañadas de escarlata…

-          Deja de mirarme así –dijo Michael entre balbuceos indescifrables. Con dificultad, reprimí las ganas de lanzar una carcajada –Comienzas a asustarme.
-          Lo siento –dije entre risillas ahogadas.

En ese momento, un sonriente Michael, con la velocidad de una exhalación, se puso de pie y echó a andar hacia la ventana. De golpe, corrió las cortinas, quedando iluminado por los dorados rayos del sol. Su infinita y perfecta sombra se proyectaba sobre la fría moqueta, y sus hermosos rizos brillaban como el sol mismo, arrancándole tonos marrones al amanecer. Aquella flamante sonrisa dirigida a la nada era capaz de enamorar al más bello e inalcanzable ángel en el cielo. Me obligué a reprimir el humillante suspiro que amenazaba con escapar de mis labios.

Ahí estaba. Mi trozo de perfección permanecía anclado al marco de la ventana, con la mirada perdida en el lento ascender del sol en el cielo. Ahí, frente a la dorada luz del amanecer, descubrí que me vería atada al recuerdo de Michael de por vida. Me perseguiría en sueños, me acecharía a cada minuto. Sus perfectas pupilas serían mi cárcel, mi refugio. En la profundidad de su mirada encontraría la respuesta a mis dudas, la satisfacción de mis necesidades.

Porque le necesitaba a él. Sólo a él. Necesitaba sentir sus cálidos brazos rodearme, y su frente pegada a la mía. Necesitaba llenarme los pulmones con su dulce aroma, ver la danza de sus rizos al viento, mirar cómo la perfección se manifestaba en cada una de sus sonrisas y escuchar el enloquecedor sonido de su voz.

<<Ya está. Te has vuelto adicta a él>> me dije.

Y quizá así era. Impulsada por aquella necesidad de ser guiada al Paraíso por su mirada, me puse de pie frente a él.

Y entonces, repicaron campanas, hubo pirotecnia, sonaron violines y cayó una lluvia de confeti.

En otras palabras, Michael dijo:

-          Te quiero.

En el preciso instante en que sentí que mi corazón se derretía y el aire a mi alrededor se tornaba insoportablemente caliente, me puse de puntillas y besé brevemente sus labios, gritando un silencioso “Te amo”. Michael sonrió entonces, eliminando cualquier atisbo de fuerza en mis piernas.

Ruborizada de pies a cabeza, me refugié en el cuarto de baño. Tras el ensordecedor sonido de mis propios latidos, escuché los pasos de Michael abandonar la habitación.

Por un instante, deseé ir corriendo tras él, pero mi reflejo en el espejo me detuvo. Me negué a creer que quien me miraba desde el espejo era yo misma. Aquel rubor, aquel mágico brillo en los ojos y aquella sonrisa imborrable, que habrían resultado imposibles de ver dos meses atrás, eran una prueba más de la poderosa influencia de Michael, de su avasallador poder sobre mí.

Después de una hora en el baño, y, cansada de los vestidos de La Toya, tomé un par gigante de jeans, una blusa blanca sin mangas y una camisa roja a cuadros y me vestí. Sin duda, daría todo un espectáculo al vestirme así a mediados de los 70’s.  <<No se ve “tan” mal>> concluí.

Salí de la habitación, y, al llegar al final de las escaleras, me encontré con la perfecta figura de Michael suspendida al pie del barandal, esperándome.

Me tendió una mano, y depositó un suave beso en su dorso, consiguiendo con ello que millones de escalofríos recorrieran mi espina dorsal. Michael se separó un metro de mí, y me miró de pies a cabeza con el ceño fruncido. Al final, se detuvo en mi rostro y alzó una ceja.

-          Es… Es diferente –dijo Michael, finalmente –Me gusta –concluyó con una deslumbrante sonrisa. Bastó aquella sonrisa para hacerme olvidar cómo caminar y respirar al mismo tiempo. Tuve que esforzarme para tomar su mano nuevamente.

Me ví arrastrada por aquel huracán a escala por todo Hayvenhurst. Ya en la sala de estar, ya en el inmenso patio, el aire a nuestro alrededor siempre se veía impregnado de risas. Sus risas. El sonido de aquellas melodiosas carcajadas, tan parecidas al trinar de un gorrión, se había convertido en mi alimento, en una más de mis adicciones.  

Michael me guió de la mano al inmenso patio, donde un sinfín de margaritas y hortensias florecían bajo la cegadora luz del sol. Los enormes y coloridos árboles proyectaban su fresca sombre sobre el siempre verde césped. Sobre nuestras cabezas se abría un cielo despejado, que nos ofrecía un azul increíblemente intenso ese día. El sol caía a plomo en el patio, inundándolo todo con su mágica calidez y el dorado de su luz. Hayvenhurst albergaba una infinidad de animales, que recorrían las infinidades del patio despreocupadamente. Su lento caminar y la paz que transmitían logró sacarme una sonrisa.

Anclada a la Tierra de la mano de Michael, crucé aquel infinito y deslumbrante oasis bañado de sol con caminar pausado. Michael se detenía ante cada criatura que se cruzaba en nuestro camino. Siempre curioso, observaba detenidamente el plumaje de los pavorreales, el color de las hortensias, el número de aves cruzando veloces el cielo, la infinita delicadeza de las mariposas. Todo. Con su infantil e inacabable curiosidad, Michael me contagiaba de ese vivaz ánimo. Con aquellas deslumbrantes sonrisas de felicidad, me hacía suspirar. Con una mirada, me bañaba de dulzura, de ternura, de pura inocencia. Ahí estaba. Mi salvación. Mi perdición. Mi necesidad… Mi todo.  

Ahí estaba, sentado a 30 centímetros de mí, con un raído pero bello ejemplar de  Peter Pan en el regazo, recargado en el grueso tronco de un jacarandá florecido. En las sombras de aquel inmenso árbol se resguardaba del sol mi pedacito de perfección. Con aquella hipnotizante voz, leía concentrado, siempre con fluidez. Ya sonriendo radiante, ya frunciendo el ceño…. hiciese lo que hiciese, aquel joven de arrebatadora sonrisa y hermosos ojos marrones se veía… absolutamente perfecto.  

El inmenso poder y la magia de su aterciopelada, profunda y dulce voz me hizo flotar. En un parpadeo, iba volando directo a la segunda estrella a la derecha. En un parpadeo, Michael se convirtió en Peter Pan, y yo, en Campanita.
  
Con la siempre dulce voz de Michael de fondo, contemplé divertida a los Niños Perdidos, conocí a las sirenas, huí del Capitán Garfio, jugué a buscar el tesoro… El País de Nunca Jamás se abría ante mí con todas sus maravillas e impactantes aventuras. Ahí estábamos los dos. Juntos. Como debía ser.

Sin embargo, pronto descubrí que cada rosa tiene su espina. Cada sueño tiene su despertar. Cuando abrí los ojos, descubrí que alguien, sin proponérselo, amenazaba con destruir el Nunca Jamás que había creado a mi alrededor. No era el Capitán Garfio.

Agucé la vista, y descubrí que, esta vez, la destrucción tenía cabello negro, piel de porcelana y ojos color avellana… Y quizá, sólo quizá,  no era tan mala como parecía.

Me puse de pie lentamente, al tiempo que Alexander me saludaba efusivamente con una mano. Detrás de él, venía La Toya.

Esta vez, no desconfié de él… Algo muy dentro de mí me hizo desconfiar de ella.  

<<No puede ser “tan” malo>> me dije, al tiempo que Michael tomaba mi mano, y me dedicaba una de aquellas sonrisas que querían decir: “Todo saldrá bien”

Quise confiar en que así sería...














Chicas:

Después de MUCHOS problemas, al fin puedo decir que aquí está el capítulo 27. Si he tardado en publicar, culpen a una mala conexión a Internet.

Un capítulo más... un nuevo cúmulo de nervios. Un capítulo más, la petición de siempre:  COMENTEN. Créanme, sus "me encantó" o sus "lo amé"  suenan al coro de los ángeles.

Una vez más, un ENORME agradecimiento a ustedes, lectoras. Que sin ustedes, esta pequeña novela aún estaría guardada en el rincón más oscuro de mi ordenador.

Muchos, muchos besos a todas.

7 comentarios:

  1. Hola Julia
    Tu novela me deja cada dia mas impresionada, tu manera de escribir, de redactar una historia, de imaginar, de crear, es maravillosa y magicamente unica, te felicito!
    Me encanto el capitulo, y me dejo un minimo desconsierto, y una indivisible preocupación, y me gustaria que la siguieras cuando puedas.
    Y no te preocupes, todas tenemos problemas cuando las brillantes ideas llegan y piden a gritos ser compartidas con los demas. A mi me ha ocurrido, pero lo que me falla es el tiempo, no cuento con suficiente xD

    Muchos besos y sigue escribiendo igual
    Bye cuidate

    ResponderEliminar
  2. Julia :)
    Gracias a ti, ya sabes, dejar esto aquí es nada comparado con lo que nos haces sentir a cada una de nosotros.
    Un besazo enormee!
    Continúa muy pronto
    Paola♥

    ResponderEliminar
  3. La nove me sigue pareciendo muy hermosa, la forma en que describes la dulzura y lindura de Michael es maravillosa, me agrada esta parejita y quiero que la historia se ponga cada vez más romántica y emocionante. Por fa continúa pronto!

    Saludos.

    Anita

    ResponderEliminar
  4. Julia! :D
    Simplemente me encanta la forma en como describes cada detalle de cada capítulo, así sea algo insignificante.. haces qe se haga de lo más valioso posible, y bueno, ni se diga como describes a Michael, siempre lo haces de la forma más acertada posible n__n♥
    Esto es increíble! cada capítulo qe publicas hace qe ame más esta historia! Gracias por Actualizar :)

    Besos! Espero hablar contigo n____n'

    ResponderEliminar
  5. hola!
    wow....
    muy bello(: en realidad... hermoso
    qe lindo escribes:D me encanta!!
    es UNICO!
    el capitulo estubo FANTASTICO!!!
    sigue escribiendo porfa n.n
    aqui me tienes como fiel lectora(:

    Saludos
    Sabrina

    ResponderEliminar
  6. Hola amiga ,deseo de todo corazón q estés muy bien , yo estoy tan enamorada de tu manera de describir cada instante , que romántico me pareció este capitulo , verdaderamente sentí alcanzar el cielo , me sentí flotar, me enamoré mucho mas de toda la perfección de Michael , de sus ojos , su piel , sus labios y de esos mágicos momentos que comparte junto a julia, me gusta la relación que ambos llevan , son tan tiernos , están muy enamorados , solo q el final me dejo muy desconcertada , espero pronto capitulo , q la intriga las ansias me carcomen...

    Amo cuando una frase llega directo a mi corazón, por ejemplo, la siguiente supo como tocar hasta mi alma
    “Me perseguiría en sueños, me acecharía a cada minuto. Sus perfectas pupilas serían mi cárcel, mi refugio.”

    Sigue hacia adelante amiga
    Q yo estaré siempre por aquí,,,




    P.D. amiga muchas gracias x leer mi novela, suena hermoso, cuando dices que te gusta, me pone muy bien, me anima a seguir, gracias preciosa

    Cariños

    ResponderEliminar
  7. Es hermosa esta novela! quede enganchada desde el 1° capitulo, me encanta como escribes, como describes cada detalle...es como si estuviera metida ahi dentro XD
    Un beso grande y espero pronto el prox capitulo! ;)

    ResponderEliminar

Ya leíste la historia, ya eres parte de este mundo.

¡Escribe un comentario!

No dejes que muera la magia...