martes, 17 de mayo de 2011

Capítulo 29

XXIX
Narra Julia.

Me encontraba paralizada frente a una gran puerta de madera. En mi mano, sostenía débilmente un par de llaves, que tintineaban debido a los incontrolables temblores de mis manos. Michael, a mis espaldas, carraspeó impaciente. En el momento en que mi temblorosa mano izquierda viajaba titubeante directo a la cerradura, recordé el momento exacto en que, a ciegas, entré a ese laberinto…


"Tomé la mano de Michael, sabiendo que a partir de entonces, ambos caminaríamos a ciegas por un escabroso camino. Michael puso a prueba mi fuerza de voluntad al esbozar una de sus arrebatadoras sonrisas. El leve apretón de su mano intentaba desesperadamente hacerme creer que al final del camino él seguiría ahí.

Mientras cruzaba la inmensa puerta de caoba de la mano de Michael, volví a sentir aquella abrumadora sensación que creí superada, que desaparecía con cada mirada a aquellos hermosos ojos marrones…. Volví a sentir miedo.

Miedo de que la burbuja que Michael había construido a mi alrededor se rompiera. Miedo de no volver a ver aquellos ojos, aquella sonrisa. Miedo de llegar al final del laberinto y encontrarme sola, con su mirada grabada eternamente.

Desde el momento en que dejamos Hayvenhurst, el tiempo decidió jugar a acabar con los restos de mi cordura. Los minutos corrían como segundos, y en lo que me parecieron 3 segundos, me encontraba a bordo de un flamante Cadillac rojo, con dirección al aeropuerto de Los Ángeles. Miraba impotente cómo todo a mi alrededor se movía velozmente. Paralizada en el asiento, con la vista clavada al frente, luchaba por rescatar algún dejo de realidad que me conectara al mundo, sin conseguir nada más que lejanos murmullos apagados.

Así, Michael me sacaba del juego. Así hacía trampa, nuevamente.

Sin saber exactamente cómo, en menos de una hora, me sorprendí sentada en un avión, abrochando con torpeza el cinturón del asiento 23-D. Pronto, me encontraba volando directo a casa. Casa, el último lugar al que deseaba ir.  

Mientras Michael dormitaba a mi lado, yo miraba sin ganas por la ventanilla. Ocasionalmente, paseaba mi vista de Michael a la ventana, y viceversa. Durante el largo trayecto, no concilié el sueño, y mantuve mi mente ocupada en desear poder alargar el tiempo, quien se había convertido en mi más grande enemigo."

<<Aquí vamos>>…


Y ahí estaba. Paralizada frente aquella puerta que asemejaba a una increíblemente gruesa e impenetrable muralla. Esa muralla guardaba tras sus muros violencia, dolor, tristeza, miedo y soledad. Si bien Michael tenía una vaga idea de mi deplorable estilo de vida antes de encontrarnos, yo imaginaba a la  perfección qué encontraría después de girar la llave… y no me gustaba en absoluto.

Un ligero empujón, y la puerta se abrió, dejando escapar dos veloces rayos color miel. Al momento, sentí unos leves rasguños sobre la piel de mis piernas, y cuando bajé la vista, un hermoso cachorro me miraba con ojos juguetones. Sin duda, no era lo que esperaba. Al girar mi vista, descubrí que Michael ya se encontraba en cuclillas, sonriendo y prodigando tiernas caricias al pequeño Golden Retriever que se retorcía alegremente frente a él.

Levanté a aquella pequeña bola de pelo del suelo, y, después de haber dado dos pasos dentro de la casa, la imponente figura de mi padre me detuvo de golpe. Sin poder evitarlo, me deshice bruscamente de mi carga, y ni el doloroso ladrido del cachorro logró que separara mi vista de mi padre.

Le miré un instante que pareció eterno. Todo era igual. Su rostro tenso, su amenazante postura… lo único diferente en él era esa sorpresa que sólo se reflejaba en sus ojos.

-          Hola –murmuró titubeante después de aclararse la voz. Casi consideré extraño que me hablara en español y no en inglés.
-          Hola –logré decir después de haber recuperado la fuerza en mis piernas.

Michael se colocó junto a mí, y le dirigió a mi padre una mirada llena de… ¿rencor? Su mano encontró su lugar sobre mi hombro como si de un molde se tratase, y bastó eso para motivarme a seguir hablando.

-          Padre, él es…
-          Michael –interrumpió secamente mi padre –Un placer –añadió en inglés, sin detenerse a disimular su enfado.

Después de estrechar manos, Michael guardó silencio, y sus labios formaron una perfecta línea recta. Con las manos en los bolsillos y el rostro serio, lucía ridículamente incómodo.

-          ¿Sigues pensando que fue buena idea? –le pregunté en un susurro.
-          Por supuesto –respondió, haciendo gala de su testarudo carácter.

Michael y mi padre se sentaron a la mesa, mientras yo me ocupaba en calentar distraídamente lo primero que hube encontrado en el refrigerador, lo cual era prácticamente nada. <<Esto no puede terminar bien>> pensé entonces.

Me detuve a escuchar el escaso y casi inexistente intercambio de las obligatorias palabras de cortesía entre ambos. Michael, sentado frente a él, al otro extremo de la sala, con el rostro tenso y a la defensiva, lucía del mismo modo que mi padre. Esa semejanza casi me hizo reír. Mi padre, siempre igual, hablaba sólo lo necesario, construyendo una vez más esa impenetrable muralla alrededor de sí mismo. Una muralla que intenté derribar mil veces. La voz de mi padre recorrió la habitación como una ventisca invernal, llenándolo todo de dolor, de frío.

No pude sorprenderme ante el nada disimulado disgusto en la voz de mi padre. Siempre rígido, mi padre sería eternamente el monstruo debajo de mi cama, el letrero de “Prohibido el paso”, la piedra con la que me tropezaba una y otra vez…  Y entonces, mientras bajaba el nivel de la flama en la estufa, ví la luz. Una brillante luz reflejada en un par de bonitos ojos marrones. 

Ya no lo soportaba más. Aquel monstruo, aquella piedra, desaparecerían de una vez por todas. Mientras apagaba de golpe la pequeña flama en la estufa, pensé en aquel letrero transformándose en una puerta abierta. Todo justo ahora. Y así, la insignificante niñita se decidía finalmente a enfrentar al monstruo… quizá sólo para descubrir que no era sólo uno, y que el otro se encontraba justo dentro de ella.

Tomé aire, y crucé el comedor a grandes y furibundas zancadas, impidiendo así que aquel espontáneo arranque de poderosa adrenalina me abandonara. Era ahora o nunca. Decidí entonces que “nunca” no aparecería más en mi vocabulario. <<No más>>

-          Padre –me sorprendí de la determinación reflejada en mi voz, e incluso Michael abrió los ojos de par en par al verme cruzada de brazos en el marco de la puerta –Quisiera hablarte. Ahora.

No me detuve a esperar una respuesta. Ahora o nunca. Ahora.

-          Debes saber que no me quedaré en México más tiempo. He tomado una decisión –Michael se removió nerviosamente en el asiento, mientras mi padre tensaba el rostro. De pronto, mi momentáneo sentimiento de grandeza se dio de frente contra la fría mirada de mi padre. Una pequeña grieta de miedo comenzó a crecer dentro de mí.
-          Ah, ¿sí? –dijo, haciendo uso del más amenazador tono de voz en su arsenal. Comencé a cuestionarme si esto era peor que Joseph.
-          Me voy. Tengo dinero ahorrado, y planeo…
-          ¡¿Planeas?! –y el dragón hizo su aparición lanzando fuego por las fauces -¿Qué puede planear una niñita insignificante como tú en una ciudad como Los Ángeles? ¿Qué puedes hacer tú sin mí? Tú, una niñita de quince años, ilusa y frágil… ¿Qué puedes hacer? Sin mí, ¿qué eres?
-          Más de lo que se imagina –intervino Michael, con una voz en extremo parecida a un témpano de hielo.
-          Es por él, ¿no? –lo señaló agresivamente entonces, y me puse en guardia inmediatamente –Prefieres ir tras un par de ojos bonitos y una voz empalagosa que vivir bajo “mi” protección. Eres igual a tu madre. Soñadora, increíblemente ilusa, débil, ridículamente infantil. ¡Te pareces tanto a ella!
-          Es una suerte. Es una suerte que me parezca a ella y no a ti –y entonces, apareció el humillante nudo en mi garganta –Tú eres el causante de esto. ¿No crees acaso que tú mismo lograste mi repulsión hacia ti? ¿Crees que disfruto cuando me golpeas, cuando me gritas? ¿Crees que no te necesitaba ahí? ¿Pensabas acaso que me quedaría contigo hasta morir bajo la fuerza tus puños? Fueron años de esperar una palabra de aliento, un “te quiero” que nunca llegó. Años de sufrir en silencio, encerrada en mí misma. Años de desear sentirme bien. ¡Años de puro sufrimiento junto a ti! ¿Y aún así esperabas que me quedase? –solté, mientras un puñado de ácidas lágrimas acompañaban al millón de confesiones que proferí. Mi momento de grandeza había terminado tan rápidamente como comenzó.
-          Yo…
-          Tú destruiste mi vida, y a pesar de ello no puedo odiarte. Tú me hiciste lo que soy: increíblemente ilusa, frágil y ridículamente infantil. Tú eras lo único que me quedaba después de que mamá se fue… y decidiste dejarme también.

Subí corriendo las escaleras, sin prestar atención a Michael corriendo tras de mí, ni a mi padre suspendido al pie de la escalera gritando mi nombre, ni a los irritantes y estruendosos ladridos que llegaban a mí desde kilómetros de distancia.

Me dejé caer en la cama, al tiempo que Michael cerraba la puerta. Y, nuevamente, me amoldaba a su esbelto y cálido cuerpo para retener mi llanto. Y al poco tiempo, nuevamente, su camisa a cuadros se veía bañada con mis interminables lágrimas.

-          ¿Estás contento ahora? –comencé a reprocharle, reprochándome con más fuerza a mí a la vez -¿Esto querías ver? –en realidad, aquello quería decir: <<¿Estás feliz ahora, Julia? ¿Eso querías lograr enfrentándote sola a la inmensidad? ¡Estúpida!>> -y continué diciendo a Michael: -¿A esto viniste?
-          No. No vine aquí para esto –dijo mientras me soltaba con rudeza y comenzaba a abrir mis cajones, volcando su contenido en el suelo –Te dije que te sacaría de aquí, ¿recuerdas? Lo dije, lo cumplo.
-          Esto no es tan fácil.
-          No. Es exactamente así de fácil: Tomas tu ropa, tus documentos, me das la mano, y cruzamos esa puerta. Justo en ese orden.
-          Michael…
-          ¿Qué? –dijo sin mirarme, mientras se entretenía mirando la cantidad de camisas de manga larga en mi closet, las mismas que usaba para cubrir las marcas en mis brazos… Aunque eso Michael ya lo adivinaba. -¿Qué? –casi gritó ahora.
-          Tengo miedo.
-          ¿De él?
-          De ti… De mí…

Como en una obra teatral, los personajes aparecían uno tras otro, en perfecto orden. Aquí aparecía yo dejando escapar por milésima vez eternos mis miedos. Aquí aparecía yo, expresando nuevamente mi estúpido miedo a lo desconocido.

-          Yo sé que algún día te irás. Todos lo hacen. Las personas no suelen quedarse a mi lado. Supongo que soy un imán para la soledad –aquellas eran palabras que tenía atoradas en la garganta desde hacía tiempo, y sólo ahora podían salir. Las dejé salir, acompañadas de una risa amarga –No intentes negarlo, por favor. Si lo niegas ahora, cuando te vayas me lastimarás más de lo necesario, y dudo tener la fuerza para soportar eso.

Me detuve, sabiendo que, quizá, lo que decía carecía de coherencia. Miré a Michael, le quité la camisa que sostenía y tomé sus manos.

-          ¿Sabes? Que él te haya dejado sola, que te haya hecho daño, no significa que yo haré lo mismo. Yo sé que tienes miedo, ¿no crees que yo también? Estoy aterrado.
-          Yo nunca te haría daño.
-          Lo sé. Pero, ¿quién me asegura que, sin quererlo, un día logras herirme? Porque tú eres la única con ese poder. ¡Tú y sólo tú! Con cada miedo que dejas salir, con cada duda estúpida e infundada, logras herirme, porque sé que, impulsada por el miedo, puedes huir.

Y calló, mirándome como un afectuoso padre mira a su hija para hacerle creer que en su armario no se oculta ningún monstruo. Y yo le miré, intentando con loca desesperación creer sus palabras. Deseaba hacerlo.

-          ¿Tan difícil es creerme cuando te digo que no me iré? ¿Tan ridículo suena cuando te digo que te amo? ¡Porque esa es la única verdad! ¡Te amo! Y podría repetirlo mil veces con tal de que me creyeras. Podría bajar esas escaleras y enfrentarme a tu padre, a Joseph y al mundo entero para probarlo.

Calló, nuevamente, condenándome a su silencio, que flotaba denso sobre la habitación. Cuando una lágrima más comenzó a rodar por mi mejilla, Michael la atrapó en el acto, quemándome bajo el sutil contacto de su mano contra mi piel.

-          Te amo. Y te sacaré de aquí ahora mismo. Porque no soporto verte sufrir, porque si sufres tú, sufro yo. ¿Aún no lo has entendido? ¿Me creerás, de ahora en adelante, cuando te diga que estaré a tu lado siempre? Si te prometiera estar junto a ti por siempre, ¿me creerías?

Aquel silencio martilleaba fuertemente mis oídos. Aquella desesperación reflejada en las perfectas pupilas de Michael… Y aquellas ganas implacables de fundirme entre los brazos de Michael.

-          Sí –susurré, sintiendo cómo la cálida y larga mano de Michael cubría la mía.

“Sí”, murmuré, sabiendo que, si aquella promesa se rompía, mi corazón lo haría al mismo tiempo… Y queriendo negar que yo era tan capaz como él de romper esa frágil promesa de aspecto inquebrantable…   











Chicas:

Quisiera decir un par de cosas que son verdaderamente importantes para mí.

Quiero informar que a partir de ahora, los capítulos serán publicados en forma periódica, es decir, cada martes será publicado un nuevo capítulo. Quisiera poder hacerlo más seguido, pero es casi imposible.

Quisiera hacerles la petición de siempre. Quizá las aburra, o quizá no comprendan la importancia que un "Oh! me ha encantado!" o un "Qué aburrido" tienen para mí. Pero me gustaría, al final del día, poderme encontrar con su opinión, sea buena o mala.  


Felicidades Kati! xD  (¡Dios! Espero que el capítulo te haya gustado) :O

5 comentarios:

  1. Quieres una opinión, y yo te la quiero dar.
    Me encanta la manera en la que describes cada detalle, puedo sentir hasta la mirada de michael! sin palabras, cielo.
    Ahora sí, te digo: me ha encantado, como siempre :) y solo deseo hasta en mis mejores sueños que esto no termine NUNCA. que sea una historia infinita, sé que no será así..pero almenos, larga, y con un final feliz :)
    Un besoo enorme!
    Paola♥

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  2. Este capi me ha enternecido :S, es tanto el amor q le demuestra Michael ♥
    Pobresita, le ha tocado sufrir mucho en su corta vida :(
    como siempre
    excelente capi, me encantaria q publicaras todos los dias, pero eso es imposible -.-, aunq la idea de saber q cada martes actualizaras me agrada, asi sabre cuando venir a leer ;)
    hasta el martes!
    Saludos :D

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  3. Opinion!:
    Primerísimo; de nuevo Julia, MUCHISIMAS graciaas :D y..
    Segundo; Sí! si me encantó el capítuloo!! siempre haces qedar a Michael como un perfecto.. PERFECTO!! es sensible, amoroso, soñador, aspirante, o diablos es la manzana de la discordia! Sin duda él sigue siendo el hombre qe TODA mujer desearía tener... :3

    El papá y Joseph serían buenos amigos, ¬¬ pero me da la impresión de que el papá de Julia puede llegar a ser más razonable que el Joseph qe ese nunca dió para más D:
    Me encanta todo lo qe dijo Michael, las declaraciones, oh todo tan hermosooo ñ___ñ

    Esperoo con ansiaaas qe llegueee el Marteeeeess!!

    Si es qe no se termina el mundo e_e DD: MIEDO

    Graciaaas Julia!! y Muchos BESOS! ♥ Tqqmmmm (:

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  4. Julia, este capitulo sin duda es mi favorito♥...me encanto ! Michael *-* es tan lindo !

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  5. simplemnt gnial!!!!!!!! encantador, intno pffffff no hay dscripcion posible!!!!!!:D

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Ya leíste la historia, ya eres parte de este mundo.

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