martes, 12 de abril de 2011

Capítulo 24

XXIV
Narra Julia.

Una fiesta. Una de mis peores y más ocultas pesadillas representada en vivo y a todo color, desarrollándose descaradamente ante mis ojos. Incapaz de despertar de aquel fatídico sueño, me limité a observar la serie de luminarias que recorrían el patio de Hayvenhurst despreocupadamente. La soltura de aquellas mujeres, que caminaban con gracia sobre sus altos tacones y se recogían con elegancia el vestido al andar capturó totalmente mi atención.

Haciendo mi mayor esfuerzo por imitarlas, caminé hacia Rebbie, que me hacía señas para que me acercara. Cuando llegué hacia ella, comenzó a recorrer rápidamente mi cabello con la delicadeza de sus dedos, arreglando mi sencillo peinado. Junto a ella se encontraba una bella mujer que me miraba con una inmensa sonrisa en el rostro.

-          ¡Oh! Casi lo he olvidado. Julia, te presento a Diana Ross, nuestra más querida amiga. Estaba ansiosa por conocerte.
-          Es todo un placer conocerte, querida –dijo mientras me estrechaba con suavidad la mano –Michael me ha hablado mucho sobre ti -añadió, logrando sonrojarme.
-           El placer es todo mío, Diana. Soy una gran admiradora.

Diana se mostró en extremo amable conmigo, y comenzamos una amena charla. El tema principal era, por supuesto, Michael. Continuamos hablando un rato, pero Diana era una mujer muy solicitada, así que pronto se disculpó y se separó de nosotras.

Sintiéndome completamente fuera de lugar y odiando más que nunca ser el centro de atención, huí. Tomé asiento en una solitaria mesa alejada de la pista, observando desde mi sitio a Rebbie bailar con Nathaniel, su esposo. El amor que inspiraban era casi palpable en el aire y no pude hacer más que suspirar anhelante.

Michael mantenía una amena plática con sus hermanos, quienes se encontraban apartados de la multitud. Lo miré con detenimiento, maravillándome con el brillo de su cabello y la elegancia que desprendía cada uno de sus movimientos…

-          Disculpe, pero creo que una jovencita tan bella como usted no debería estar sola esta noche –escuché que una suave voz con acento inglés me decía, interrumpiendo mi ensueño.

Al girarme, ví frente a mí a un joven alto y delgado, con piel de porcelana, facciones suaves y cabello liso, negro como la noche, que me miraba con sus profundos ojos color avellana.

-          Cenicienta, él es Alexander Keynes, tu Príncipe Azul de esta noche. Le he hablado de tí, y estaba más que ansioso por conocerte –apuntó La Toya, quien mostraba una flamante sonrisa.
-          Mucho gusto, soy Julia. Julia Gonnet –le tendí mi mano, y, en vez de estrecharla, como creí que haría, se la llevó a los labios, depositando un beso en su dorso, consiguiendo ruborizarme.
-          Es todo un placer –me miró, y, por un momento, me encontré anclada a sus ojos, sin poder apartar mi mirada de él, hecho que me aterrorizó.

Sus ojos. Los más inquisitivos ojos que hubiera visto en mi vida. Brillaba en ellos un fuego desconcertante, atrayente y poderoso. Su mirada consiguió encender una alarma en mí, e inmediatamente subí la guardia.

-          ¿La importunaría si le hiciera compañía? –preguntó con una educación casi irritante.
-          No. Y por favor no me hables más de usted. Sólo dime Julia –le sonreí a medias, aún desconfiando de él.
-          De acuerdo, Julia –pronunció mi nombre lentamente, ocasionando que un desconcertante escalofrío me recorriera de pies a cabeza.

Así, Alexander y yo comenzamos una larga y amena plática. Había nacido en Londres, y sido criado ahí hasta hacía 2 años, cuando su familia y él se mudaron a Los Ángeles debido al trabajo de su padre. Su padre era editor de un importante periódico. Su madre había sido bailarina de ballet en su juventud,  y él tenía sueños de convertirse en actor. “Simpático” concluí sobre él.

-          ¿Eres española? –preguntó Alexander, con aquella mirada magnética grabada en los ojos.
-          No, soy mexicana –respondí sonriendo.
-          Pienso que no debo ser la primera persona en preguntarlo. Y bien, ¿a qué se dedican tus padres? -preguntó, dándole a la conversación un giro que quería evitar a toda costa.
-          Mi padre es Profesor de Literatura en una prestigiosa universidad, en México –dije, sintiéndome, por primera vez en mi vida, mínimamente orgullosa de mi padre.
-          Impresionante. ¿Y tu madre?

Aquella pregunta se clavó en mi pecho, hiriéndome profundamente. Cerré los ojos un momento, reprimiendo las lágrimas. El gélido silencio que se creó entre nosotros debió hacerle notar a Alexander su error, ya que rozó mi mano suavemente.

-          Lo siento mucho.

Descubrí con sorpresa que aquel chico londinense lograba que me sintiera cómoda, y la innata galantería que desprendía con cada palabra, era más que atractiva.

-          ¿Me disculpas, Cenicienta? Regreso en un momento –Alexander se levantó y cruzó a paso rápido el patio, atendiendo al llamado de su madre.

La música cambió, y adquirió un ritmo mucho más lento, la pista volvió a llenarse con parejas que se movían graciosamente al compás de la música.

-          Creo que tu “príncipe azul” te ha dejado sola, un grave error. ¿Me concederías esta pieza?  –dijo aquella inconfundible voz aterciopelada de  mis espaldas. Cuando me giré, Michael me tendió la mano con galantería.
-           Encantada, apuesto y valiente caballero. Sería todo un placer –respondí entre risillas ahogadas.

Tomó con delicada firmeza mi mano, y me guió hacia la pista de baile. Con su encanto y su irresistible cortesía, colocó su mano alrededor de mí cintura y me tomó la mano. Yo dejé caer mi mano en su hombro tímidamente, y le miré a los ojos, sintiendo que me perdía una vez más en la laberíntica infinidad de su mirada, y esta vez, no deseaba encontrar la salida. Comenzamos a recorrer lentamente la pista, al compás de la música. Perfecto. ¿No podía quedarse así por siempre? Michael me acercó con suavidad hacia él y recogió delicadamente un rebelde mechón de cabello que había caído sobre mi rostro. Bailábamos libremente, y, por un momento, todo lo ocurrido entre nosotros se desvaneció en el aire. Michael y yo éramos, simplemente, dos desconocidos que compartían una canción.

-          ¿Sabes? Desearía que te quedaras siempre –susurró a mi oído Michael –Pero he aprendido que lo bueno nunca dura lo suficiente.
-          Sólo dura lo necesario.
-          ¿Qué pasa cuando “lo necesario” resulta ser siempre? –preguntó, deteniendo con aquella pregunta el curso del reloj.
-          Te das cuenta de que quizá cometes un error –respondí, sintiendo cómo Michael aumentaba la fuerza con la que sostenía mi mano.
-          El error sería negar tus deseos, tus necesidades –aseguró.
-          A veces, negar nuestros deseos, arriesgando la propia felicidad, garantiza la felicidad y seguridad del ser amado –en cuanto dije aquello, caí en la cuenta de que no creía ni una palabra de aquello. Y quizá era más evidente de lo que me hubiera gustado...
-          He conseguido descifrarte, Julia. Has dejado de ser un misterio para mí –sentenció Michael, desconcertándome.

La verdad de aquellas palabras me golpeó como un bloque de hielo directo al pecho. Los ojos de Michael ardían con un fuego diferente… destructivamente seductor.

-          ¿Me permites? –la voz de Alexander sonó detrás de nosotros, interrumpiendo, y destrozando el momento, reduciéndolo a trizas bajo nuestros pies.

Michael se limitó a dirigirle una mirada asesina, antes de asentir con brusquedad y echar a andar rápidamente, alejándose de nosotros.

-          Me voy un instante y las hienas aparecen –Alexander volvió a tomar mi mano, pero lo único que yo sentía ahora era una furia burbujeante bajo mi piel y unas inmensas ganas de estampar mi puño contra su rostro. Aquello era más de lo que estaba dispuesta a soportar.
-          Disculpa, Alexander. Tengo que irme ya –dí un paso atrás, con la intención de irme. El nudo que se formaba en mi garganta era cada vez más grande, y la furia que sentía amenazaba con salir de un momento a otro... y eso no era bueno.
-          Pasa ya de la media noche, Cenicienta. No rompas el hechizo ahora –me dedicó una media sonrisa que en cualquier otra situación hubiera resultado irresistible, pero que en ese momento sólo aumentaba mi ira.
-          Perdona. Confío en que nos veremos de nuevo.
-          Así  será. Si te invitara a cenar, ¿aceptarías? –preguntó, enarcando suavemente una ceja. Antes de poder responder, Alexander me interrumpió –Perfecto. El viernes, paso por ti a las 9 –me abstuve de decir que quizá para entonces ya no estaría en Los Ángeles.

Lancé un suspiro de frustración y dí la media vuelta, furiosa. ¿Quién se había creído? ¿Quién le había dado la libertad de interrumpir de aquella manera? ¿Acaso aquellos infinitos centímetros nos separarían a Michael y a mí por siempre?

Genial. La única pizca de esperanza a la que me aferraba desesperadamente había muerto tan pronto como apareció. Al poco tiempo, pude ver cómo los invitados comenzaban a abandonar Hayvenhurst poco a poco, entre ellos, afortunadamente, Alexander.

Cansada y confundida, fui a sentarme alrededor de la pequeña fuente en el patio. Cerré los ojos, dejándome llevar por el sonido del agua, que caía a mis espaldas, disipando mis tensiones. Alcé los ojos al cielo, perdiéndome en la infinidad de aquel cielo estrellado.

Miré aquel cielo, sabiéndome una mota de polvo suspendida en aquella infinidad. Insignificante y pequeña… “¿Qué podrías ofrecerle tú?”. Las mordaces palabras de Tatum me golpearon de nuevo, haciéndome notar la verdad que en ellas radicaba. Era cierto: no podría ofrecerle nada. Nada excepto amor. Un amor condenado  a la reprobación, a la mentira, al miedo… Yo me reducía una mota de polvo suspendida en el vasto universo de Michael, en el cual él era el sol. Una pluma volando en medio del poderoso huracán que Michael dejaba a su paso…

-          ¿Sabes? –dijo Michael, al tiempo que se sentaba junto a mí, tomándome por sorpresa y destruyendo mis ensoñaciones bruscamente –Creo que ya ha sido suficiente.
-          ¿Qué… -comencé a decir, pero Michael no me dejó ir muy lejos.
-          No hables –colocó suavemente su dedo índice sobre mis labios –Por favor, déjame hablar. Déjame hablar antes de que me arrepienta –añadió luciendo una de aquellas sonrisas que lograban que mis mejillas se colorearan.

Le miré sorprendida, sintiendo la sangre golpear fuertemente mis sienes. Mi corazón comenzó aquellos rápidos y arrítmicos latidos que sólo respondían ante la presencia de Michael. Comencé a temblar, y bajé la mirada, cediendo ante el certero escrutinio de Michael.

-          He buscado un millón de veces las palabras, he repasado mil veces este momento, cien veces me repetí que sería fácil… pero llegado el momento, todo se vino abajo… Estoy cansado de negar lo que siento, de fingir que podría olvidarte. Me cansé de hacer mis sentimientos a un lado… Ya no puedo hacerlo más.

Michael se detuvo, y mordió su labio inferior en un impotente gesto, buscando desesperadamente las palabras exactas. Lo miré expectante, sintiendo que el sonido de mis veloces latidos podía oírse a millas de distancia. Caí en la cuenta de que, dijese lo que dijese, habría dos posibles desenlaces: o los arrítmicos latidos de mi corazón aumentarían su velocidad a niveles imposibles… o dejaría de latir por siempre.

-          Hace un mes, un ángel oculto tras los ojos tristes de una niña se cruzó súbitamente en mi camino. El destino se empeñó en que la conociera, sólo para hacerme saber que, hiciera lo que hiciera, me vería condenado a depender de sus miradas. Te conocí, y supe entonces que me vería atado a tu recuerdo de por vida. Te diste el lujo de cambiar la estructura de mi mundo, de destruirlo desde los cimientos, y volverlo a construir a tu gusto, siempre a la orden de una mirada, de un gesto… y fui incapaz de detenerte. En cambio, caí rendido ante tu poder, cediendo infantilmente ante el magnetismo de tus ojos… Cuando me dí cuenta de que había comenzado a amarte, en realidad, ya iba a medio camino.   

Y calló, dejando el ambiente lleno de su doloroso y latente silencio. Me miró, y al instante siguiente me tomó suavemente las heladas y temblorosas manos. Luego, como si se tratase de una bomba, soltó:

-          Te amo, Julia. Te amo profunda, apasionada e irrevocablemente.

Esa frase flotó en el ambiente por unos instantes. Aquella frase, que contenía el sentido de mi vida, me golpeó con fuerza, gritándome lo que tanto esperaba escuchar. Michael me miró intensamente, desvaneciendo mis miedos, pero plantando nuevas dudas en mi mente.

-          Creía que –comencé a protestar, sintiendo confusión… y miedo, aquel paralizante miedo que deseaba poder hacer a un lado. En vano, intenté alargar la mínima distancia que nos separaba.
-          Calla, ¿quieres? –dijo, al tiempo que tomaba mi barbilla y se acercaba a mí lentamente. Calló mis protestas de la manera más exquisita jamás creada, acercándose a mí, destruyendo aquellos interminables centímetros que ardían entre nuestros rostros…

Y entonces, mientras las estrellas fungían de testigos, mientras su enervante aliento me golpeaba dulcemente el rostro, y mientras mi roto corazón encontraba el remedio para su mal… Michael me besó.















Chicas:

Me he pasado días enteros escribiendo este capítulo, que, sin duda, ha sido todo un reto.

Publicar este capítulo me pone verdaderamente nerviosa. Tengo miedo de no poder superar sus expectativas... Espero -fervientemente- que este capítulo haya despertado en ustedes las emociones que despertó en mí.

Hoy, más que nunca, les pido una cosa: comenten. Ayúdenme a saber si lo he hecho bien... o si lo hice mal. Sus comentarios son el combustible de esta historia.

Espero haya sido tal como se lo imaginaron...

Mil gracias a mis queridas lectoras. Un beso enorme a todas y cada una.

8 comentarios:

  1. Julia, de verdad que.. literalmente, me dejaste sin palabra alguna, es hasta ahora el primer capítulo que has escrito en el que me has hecho experimentar muchisimas emociones encontradas.. amor, odio (alexander ¬¬), tristeza, anhelo, AMOR!

    Este capítulo definitivamente supera todas las espectativas que tenía de como sería ese momento en que Michael dejara el miedo de lado y dijera todo lo que tenía para decir!
    Julia de verdad que.. wow AMÉ ADORÉ el capítulo!
    Simplemente PERFECTO ♥ es el mejor hasta ahora.. y quiero que sepas que te digo con toda la sinceridad del mundo que AMO tu novela, tu historia, es original, inspirada, wow wow.. y también quería agradecerte por escribir de esta manera tan hermosa :D y más que nada por haberme aceptado en el messenger y así poder conversar =3 , cuando te dije que debía ser algo qe nadie se esperara.. no pensé que el resultado final sería tan hermoso.. de verdad no lo pensé así! Tienes talento puro!!
    Felicidades ;)
    Cuentas siempre conmigo y con mis comentarios
    Miles de Besos! ♥

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  2. Julia, me encanto ! como siempre. Estuve nerviosa casi todo el capitulo ! xd
    Amè el beso *.*

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  3. Claro que has superado de sobra las expectativas! :)
    Continúa muy pronto Julia, me ha encantado!
    Por fiiiiiiiiiiiiiin!
    Espero que ahora ella no se marche (;
    Paola♥

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  4. GENIAL!! Sobrepasaste mis expectativas , que emoción julia , Dios estoy tan emocionada ese beso fue sensacional , que romántico , aunque el príncipe azul también se presento de una manera tan mágica , de todos modos Michael siempre fulgura mas...oh oh ahora que se viene?
    Besos , fuertes abrazos

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  5. Pero por supuesto que fué lo que esperabamos, fue mas que perfecto esto, a mi me hizo derramar lagrimas..... me encantó, por fin... esto fué magico, no existe otra palebra, es simplemente mágico.... Te quiero un montonazo, y por sobre todo, Gracias, por tu maravillosa historia, espero con ancias el siguiente....

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  6. OMG!!! por fin lo tan esperado, julia debo acmitir que te haz pasado encerio con este capitulo, todas!! y cada una de las palabras que escribiste desde lo mas profundo de tu corazon...
    ha llegado al mio de tanatas maneras, me ha encantado...
    rompiste todas las expectativas que habia pensado, incluso las que NO!!
    no tengo palabras para decir cuanto me gusto el final de este capitulo
    sigue adelante porque vas por exelente camino! ♥

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  7. Me encanta este capítulo. Empecé a sentir furia por aquel pretendiente, pero los finales son siempre felices... Qué bien que al final Michael se haya decidido!! Me encanta el capítulo preciosa!! Un beso! :)

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  8. me encanta como escribis, encerio sos lo mas, tu forma de escribir me hace llorar,reir,de todo sinceramente, escribis muy bien

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Ya leíste la historia, ya eres parte de este mundo.

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