martes, 30 de agosto de 2011

Capítulo 39


XXXIX

Narra Alexander

“I’m gonna hold you ‘til your hurt is gone
I’ll be the shoulder that you’re leaning on…”

Aquello comenzaba a ser más difícil de lo estrictamente necesario.

Las cosas habían cambiado. Mucho. Y no precisamente para bien…

Habían pasado exactamente 31 días. Un mes entero. Pero parecía que para Julia habían pasado 20 años. 20 largos años.

Su aniñado rostro, antes dotado de un dorado brillo, ahora lucía apagado, mortecino. Su piel, antes de porcelana, parecía ahora tan fría como la misma nieve. Su ojos marrones parecían siembre cubiertos por un velo de lágrimas que ella luchaba inútilmente por contener. Su radiante sonrisa… simplemente había desaparecido, había sido reemplazada por una permanente expresión de la más pura miseria.

Y aquel 14 de septiembre de 1975, Julia cumplía 16 años. Y eso, lamentablemente, no mejoraba de modo alguno las cosas. Al contrario, parecía empeorarlas, de ser posible.

-          Vamos, Julia, sé que estás despierta –a base de suaves golpecitos en un hombro, la insté a abandonar aquel sofá de una vez por todas. En lugar de responder, se limitó a cubrirse el rostro con una manta.

Silencio. Después de aquellas palabras iniciales que había dicho todo un mes atrás, “silencio” era lo único que había brotado de sus labios.

-          Muy bien –me crucé de brazos, y esperé. Nada. Entonces, tiré con fuerza de las sábanas con que se cubría, dejándola indefensa –No dejaré que pases un día más sentada ahí. Es todo lo que has hecho desde que llegaste. ¿Es que acaso planeas quedarte ahí hasta desaparecer? Porque me parece que no estás muy lejos de conseguirlo…

Me acerqué a ella, hundí mis brazos entre las sábanas de seda y comencé a buscar hasta encontrar un delgadísimo brazo. Lo saqué de entre las sombras y lo giré una y otra vez, sopesando su casi inexistente peso con ambas manos.

-          ¿De verdad piensas que esto es un brazo? –dije, rodeando su delgada mano con la mía –¿De verdad piensas que no me doy cuenta de la comida que no comes? Pero espera, que tengo una pregunta aún más importante: ¿Crees que me voy a quedar cruzado de brazos mientras observo cómo te rindes?

Desesperado, caminé hacia la ventana y, de golpe, corrí las cortinas, proyectando toda la luz del exterior sobre el mortecino rostro de Julia, quien se limitó a entrecerrar los ojos y cubrirse la cara con sus delgadas manos. Y hasta ahí había llegado mi paciencia… o mi fuerza de voluntad.

-          Ahí afuera, el mundo sigue girando –comencé, hablando más conmigo mismo que con ella– El sol aún sale cada mañana y se oculta cada noche. Ahí afuera, las personas aún sonríen. ¿Sabes por qué?: Porque el mundo no se ha acabado. Ahí afuera hay miles de cosas que ahora te niegas a ver, pero, en tu interior, te mueres por hacerlo. ¿Por qué esperar? ¿Por qué fingir que la vida terminó? ¿Por qué limitarte a buscar el lado oscuro de la luna? ¿Por qué no salir a buscar todo lo que creías perdido? ¿Ni siquiera hoy? –pregunté, esperanzado –¿Ni siquiera por mí?– rogué entonces.

Clavé la vista en el sol naciente, depositando todas mis escuálidas esperanzas en él. Silencio. Hasta que un zumbido lo interrumpió…

Cuando descubrí que aquel zumbido era la voz de Julia, me giré sobre mis talones y prácticamente eché a correr hacia el sofá de piel en el que ella llevaba recostada toda una vida, ahogándose entre sábanas de seda y lágrimas que no dejaba salir.

-          Lo siento –murmuró (o, al menos, intentó hacerlo, pues no pudo reprimir las lágrimas mucho más)– Sé que no ha sido fácil para ti, pero mucho menos lo ha sido para mí. Sé que hace mucho debí levantarme y enfrentarme a una vida diferente, pero se me hizo imposible. Y no me detuve a pensar que tú… Que tú estás aquí, y que has intentado sacarme de la oscuridad todo este tiempo, sin que yo te lo permitiera. Perdón, Alexander.

Aquello fue demasiado. Más que el hecho de que me soltase un monólogo, me sorprendió que por fin hubiese hablado.

Intenté buscar en mi mente las palabras adecuadas, la respuesta correcta, pero aquella impresión borró cualquier resto de coherencia que quedaba en mí. Embargado por la emoción, sólo fui capaz de estrecharla entre mis brazos, mientras ella derramaba un mar de lágrimas sobre mis hombros.  

-          Sólo una cosa –se separó rápidamente de mí y me miró con aquellos enormes ojos marrones bañados de lágrimas– No esperes que vuelva a ser la misma de antes. Eso es imposible. No esperes escucharme reír y correr, porque no lo haré ahora. Y sobre todo, no esperes que olvide, porque simplemente no puedo.

La miré un instante que quise hacer eterno. En sus ojos encontraba todo el dolor que por orgullo nunca había dejado salir, encontraba la tristeza que lentamente la consumía, encontraba la respuesta a mis más grandes males: Aunque lo intentara incansablemente, jamás conseguiría hacerla feliz. Sólo existía un ser humano en la Tierra con ese poder. Y respondía al nombre de Michael Jackson.

-          Sólo espero que, por lo menos hoy, abandones ese sofá, te pongas un lindo vestido y vengas conmigo al parque –extendí una mano, y se la ofrecí. Ella me miró extrañada –¿Lo harías, por mí?

Tomé su delgada mano, la cual se perdió en la mía, ella se levantó, intentó sonreírme, y desapareció tras la puerta que marcaba la entrada a su habitación, la cual nunca había usado, pues dormía en la mía, mientras por las noches, yo me adueñaba de aquel sofá.

Sonreí entonces, al tiempo que miraba por la ventana. Por lo menos, había conseguido que abandonara la sala, y aquello era un avance. Un enorme avance, tomando en cuenta que no se había asomado ni a la cocina.

Me pareció que tardaba horas, pero un rechinido me indicó que Julia había salido, por fin. Di media vuelta, y mis ojos se clavaron en aquella menuda muchachita de insignificante estatura. Llevaba el cabello trenzado desordenada pero encantadoramente; se había puesto un vestido blanco, muy de moda, al parecer; y me miraba con aquellos ojos siempre tristes, como si deseara conseguir de mí una razón para sonreír.

Y estaba dispuesto a dársela.

La tomé de la mano, luchando contra el irracional miedo de que echara a correr y se alejara. Y así, manteniéndola cerca y mirándola de reojo, la llevé de la mano directo a la primer cafetería que encontré al salir del edificio. Después de pedir una cantidad exagerada de rosquillas, siempre manteniendo un ojo en una Julia que parecía dispuesta a no moverse, volví a tomarla de la mano para llevarla a dar un paseo por Los Ángeles, cosa que, estaba seguro, no había hecho desde que llegó.

-          Impresionante –murmuró, frunciendo el ceño ante la ridícula cantidad de autos que transitaban las calles.

A menudo, Julia arrugaba cómicamente la nariz, abrumada por el calor de septiembre y la mezcla de (no siempre agradables) aromas urbanos, aquella serie de divertidos gestos sólo conseguían hacerme reír, ganándome así una mirada asesina de aquellos grandes ojos marrones.

Recorrimos Sunset Boulevard, mientras ella paseaba su perdida mirada por cada esquina, cada anuncio. El sol caía a plomo sobre Los Ángeles, obligándola a avanzar con los ojos entrecerrados, confiriéndole un aire pensativo… irresistiblemente adorable.

Y, mientras caminábamos por “The Sunset Strip”, descubrí que no podía separar la vista de su imagen de muñequita de porcelana empolvada. No podía dejar de mirar el brillo de su cabello trenzado descuidadamente. Simplemente, no podía separar mi vista de sus aniñadas facciones, pues mi más grande miedo se había hecho realidad…

Había comenzado a amarla.

Lo que antes parecía ridículo, casi inverosímil, era ahora una cruel realidad.

Me había enamorado de aquella niña que sólo tenía ojos para el aire, aún a sabiendas de que no podía verlo, y que se le había ido de las manos.

Me había enamorado de ella, quien jamás me había dado razón alguna para ello, pero, al volver a sumergirme en la profundidad de sus ojos, me pareció imposible no hacerlo. Como si aquel fuera uno más de los hechos de la vida.

Y, entonces, sentados bajo un frondoso árbol situado en medio de un tranquilo parque, me ahogué entre promesas silenciosas dirigidas a la menuda muchachita que sólo miraba la rosquilla que tenía enfrente, sin ganas siquiera de alargar el brazo y tomarla.

En silencio, le prometí sacarla de aquel agujero en el que se empeñaba en hundirse. Le prometí ser la fuerza que necesitaba, el hombro en el que siempre pudiese llorar y las manos que siempre borraran el llanto de sus mejillas. Sin palabras, le prometí estar ahí cuando pareciera que no había nadie. Le prometí hacerla sonreír cuando creyera que era imposible. Así, sin prometerlo en realidad, pero con más verdad que nunca, le prometí hacerla feliz, y derrumbar a golpes la muralla que nuevamente había construido.

Y comenzaría haciéndole una propuesta. Una propuesta que comenzó como una idea. Aquella idea llevaba exactamente 20 días en mi mente, creciendo hasta convencerme. La alejaría de ahí. La llevaría lejos, en donde pudiera deshacerse de recuerdos y hacerse con experiencias. La llevaría a donde yo.

-          Bonito, ¿no es cierto? –pregunté, estúpidamente, cuando ya se me habían acabado las maneras de iniciar una conversación, y siempre con el miedo de que no respondiese.
-          Muy bonito –respondió, simplemente, mientras volvía a mirar con desagrado aquella rosquilla.

Había terminado tan rápido como empezó. Decidí darle la vuelta al asunto una vez más y  buscar entre mi decreciente lista de temas de conversación. Después de pensarlo una y mil veces en cinco minutos, mi conciencia y yo acordamos que lo mejor era soltar de una vez aquel futuro que Julia bien podía no aceptar. Un escalofrío me recorrió y a duras penas conseguí el valor para decir:

-          Julia –ella me miró con sus encantadores ojos tristes– Es casi seguro que no lo recuerdas, pero alguna vez te dije que…
-          Quieres ser actor, –me interrumpió, sacándome de la jugada automáticamente– claro que lo recuerdo.

Después de reponerme de la impresión, tomé aire y me decidí a continuar.

-          Bien. He… decidido que es eso a lo que quiero dedicarme. Y hay una escuela en Nueva York que…

Y no pude continuar. La expresión de total desolación que invadió el rostro de Julia me paralizó.

-          ¿Nueva York? –preguntó, sin ocultar el pavor que se reflejaba en su voz– ¿Entonces…?
-          No, no. De ninguna manera. Vendrás conmigo –sentencié, y al mirar de nuevo en su rostro, me obligué a añadir algo más –Si tú quieres, claro está.  

Y no respondió. Se limitó a sonreír. La primera sonrisa que me dedicaba desde aquel fatídico hecho sucedido un mes atrás. Entonces comprendí que ella también deseaba alejarse. Ella también deseaba escapar. O quizá era sólo mi deseo reflejado en ella.

Estaba decidido. Ahora, quizá tenía una posibilidad de olvidar, de curar. Ahora, quizá podía volver a ser feliz.

Pero todo se resumía en un “quizá”. Y quizá aquello nunca sucedería. Pues, quizá, el amor verdadero es para siempre…


















“Alexander. Él me hacía pensar que tal vez los ángeles eran reales, y que llegaban en el momento exacto para sacarte de la oscuridad.

Me había tomado de la mano y me había llevado nuevamente a su ordenado apartamento. Al abrir la puerta, sobre el sofá donde me había pasado un siglo entero, se encontraba una caja envuelta en papel brillante color rojo y adornada con un enorme moño dorado. Aquel detalle me recordó que era mi cumpleaños.

Abrí la caja, y encontré un pequeño libro forrado en piel y adornado bellamente. Al hojearlo, descubrí que estaba en blanco.

-          Un diario –me aclaró Alexander.

Un diario. Sin saberlo, aquello era lo que más necesitaba en ese momento. Un diario.

Al parecer, Alexander entendía perfectamente que había cosas que dolían demasiado como para expresarlas verbalmente. Pues hay cosas que duelen tanto que la voz humana es simplemente incapaz de expresarlas, de dejarlas escapar. Y es cuando se tiene que buscar otro medio para liberar el alma. Alexander me ofrecía eso.

Y, cuando me detuve a mirar a aquel muchacho con ojos color avellana y cabello más negro que la noche, caí en la cuenta de que había construido una barrera, y que estaba empeñada en no dejarlo entrar. Quizá él entendía, pero no era lo mejor.

Quizá lo mejor era darle una oportunidad de entrar. Quizá con él los restos de mi ser estaban a salvo. Quizá aquella barrera podía romperse de nuevo. Pero, en el fondo, sabía muy bien que sólo alguien tenía el poder de llegar a lo más profundo… Alguien a quien no quería volver a ver, para preservar así los sangrantes restos de mi alma a salvo.

Y bien. Le sonreí, y él respondió, al tiempo que me tomaba la mano. Bastó aquello para darle una oportunidad a aquel muchacho londinense, pues en él encontraba confianza y entrega, algo que Michael había tenido miedo de dar.

Entonces me iría. Empezaría de cero, y me dispondría a ser feliz…

Pero, ¿a quién quería engañar?... Sabía muy bien que aquello era imposible.”




"Comparisons are easily done once you've had a taste of perfection..."












Chicas:

Quizá se preguntarán: “¿Un capítulo narrado por Alexander?” Pues, al igual que los capítulos narrados por nuestra querida amiga Tatum, estos capítulos tienen como propósito darnos una nueva visión de lo que ocurre con Michael y Julia, esas cosas que son demasiado dolorosas como para poder expresarlas, pero que los demás pueden adivinar fácilmente.

Y, sin más rodeos, quisiera ir directamente al punto.

Necesito sus comentarios.

La cantidad de comentarios que recibe la novela ha disminuido terriblemente. Y, muy a mi pesar, estoy considerando seriamente abandonar este proyecto. Sé que a las pocas personas que leen y comenta no les agradará esta noticia, pero mucho menos me agrada a mí.

Por favor, chicas, comenten. Se los pido encarecidamente. Si dejar un comentario es pedir demasiado, tienen el chat a un lado a su disposición. Hagan uso de él.

Una vez más, gracias a quienes se detienen a leer y comentar. Mil gracias, chicas.

Un beso enorme a todas.


5 comentarios:

  1. Julia, cariño! Dios, lo paso fatal viendo como están Michael y Julia! Ha sido un capítulo hermoso, como todos, pero tan desesperante... No, Julia no puede irse con Alexander, ¿y Michael que, entonces? Estoy segura de que él regresará a buscarla, de que todo se arreglará... Necesito otro capítulo!! :D Ánimo, y muchos besos! :)

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  2. que linda historia! escribes muy bien, me encanta:) siguela porfavor, besos ♥♥♥

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  3. Si piensas en dejar de escribir, estas en un terrible error...
    no olvides el porque inicaste esta historia, esta novela, no olvides nunca tu objetivo
    ME ENCANTA! ME FACINA COMO ESCRIBES! te expresas en cada capitulo de una manera espectacular y por ningun motivo debes dejar de hacerlo...
    Espero tu siguiente capitulo(:
    ADORO ESTA HISTORIA!

    saludos
    Sabrina

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  4. Julia, te matare si paras de escribir D:
    Esta de más decirte que me ha encantado el capi, es tan triste ...:(
    Necesito más !

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  5. HOLA PRECIOSA
    wuaw me encantó el capiulo
    por supuesto sonó diferente al ser narrado por alexander, sonó MAGNIFICAMENTE BIEN!! lograste q comprendiera sus emociones, sentimientos; entonces sentí nostalgia.

    eres MARAVILLOSA julia, no t detengas y please discupame x irme tanto tiempo si?
    TE QUIERO MUCHO AMIGA
    gracias x ser tan linda

    besos

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Ya leíste la historia, ya eres parte de este mundo.

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