miércoles, 13 de julio de 2011

Capítulo 35

XXXV

Narra Michael.

Ahora, a media mañana de aquel 8 de agosto de 1975, todo parecía diferente. A la distancia, todo había cambiado, pero si uno se acercaba y miraba con atención, era fácil descubrir que el temor, las dudas, las luchas contra el destino y las carreras contra el tiempo seguían ahí, acechando, y que, probablemente, ahí seguirían toda la vida.

Había pasado mucho tiempo desde aquella última pelea que ahora parecía borrosa, como si formara parte de una lejana pesadilla que se había hecho eterna. Había pasado mucho tiempo, y las cosas, aparentemente, habían cambiado considerablemente…

El sol hacía su lento recorrido diario por el cielo. Aquella lejana bola de fuego se limitaba a sonreírle al mundo con soberbia, consciente de su benévola supremacía en las alturas. Cuando se detuvo a mitad de aquel aparentemente imperturbable mar de nubes casi transparentes, el calor que irradiaba era casi insoportable, irritantemente insoportable, incluso si uno se encontraba refugiado en las sombras. Un auténtico infierno miniatura en la Tierra.

Me encontraba recostado contra el tronco de un enorme jacarandá florecido, bajo el cual, me parecía, había hecho infinidad de viajes a otros mundos, sin separar los pies del suelo. Sentado ahí, sin nada más qué hacer que describir innumerables círculos infinitos en el cielo, descubrí que en mí había algo distinto, como si yo mismo hubiera despertado de un largo sueño sin notar que antes dormía. Probablemente, al fin y al cabo, así había sido.

Ahora me sentía tranquilo, porque todo lo que necesitaba para ser feliz se concentraba en una sola persona, y en su propia felicidad. Ella estaba recostada a una distancia que se me antojaba infinita, pero que, probablemente, eran sólo unos metros. Miraba atenta las formas de las cientos de translúcidas nubes pintadas sobre aquel desierto azul mientras tarareaba en un susurro casi mudo una canción en español, y movía alegremente sus dedos al ritmo del viento, simulando a pequeñas haditas danzantes. Permanecía boca abajo, y con los codos apoyados en el césped, y balanceaba continuamente sus piernas, en un infantil gesto.

No pude reprimir el pensamiento de que aquella tranquilidad era algo… prohibido. Cientos de problemas, batallas interminables y muchas peleas sin victorias se habían encargado de hacerme creer que cometería un pecado si osaba probar una pizca de aquella calma, de aquella felicidad que parecía algo tan inalcanzable como el sol mismo.

Como si de una tormenta de arena se tratase, el viento trajo consigo recuerdos sombríos, amargos. Recordé entonces el último golpe de cara contra mi antigua muralla…

-          ¿En qué demonios estabas pensando? –había dicho Joseph hacía  más de un mes, mirándome con los ojos inyectados en fuego, repitiendo una y otra vez el guión de aquella infernal obra teatral.
-          Tenía que ayudarla. Yo…
-          ¡Esto no se trata sólo de ti! ¡Y mucho menos de ella! –gritó entonces, haciendo resonar su voz por cada recoveco de la habitación -¿Qué querías probar esta vez? ¿Que puedes ser el héroe que tanto espera? ¿Que puedes darle todo lo que necesita? –se cruzó de brazos con orgullo, cantando una victoria internamente –Sabes que no puedes. Aunque lo intentes, no puedes. En realidad, lo único que ella necesita es alejarse de ti. Necesita descubrir que existe un mundo más allá de esa burbuja que has creado para ella, antes de que alguien más la rompa.

Sin necesidad de escuchar ni ver nada más, salí de ahí, conteniendo un millón de lágrimas que intentaban desesperadamente salir por las cuencas de mis ojos. En cuestión de minutos, había creado un plan que, visto desde una distancia prudente, parecía perfecto, pero al mirar en los ojos de aquella obstinada niña de menudas proporciones, descubrí que mi plan, en realidad, era de papel…

Minutos después, el mismo viento me dejó de nuevo en Tierra, y me detuve a admirar los innumerables haces de luz que se colaban entre las hojas de color esmeralda y las flores violeta, proyectando sus hilos de luz dorada sobre nosotros, endulzando el aire.

Un delicioso aroma a jazmín me regresó a la realidad. Al bajar la vista, no pude reprimir una sonrisa ante la imagen de Julia atenta a los mil colores de una flor. La mirada de determinación que sus ojos reflejaban delataba sus intenciones. Comenzaría a hablar. Y quizá aquello no era tan bueno como parecía. En realidad, estaba seguro de que uno de los dos terminaría perdiendo la paciencia, y odiaba pensar que quizá yo sería el primero en hacerlo. Comenzaba a cansarme de aquellas dudas, aquellos miedos y todas esas inseguridades jamás superadas.

-          Esto es jugar con fuego –comenzó a decir con una voz desesperantemente calmada, y fruncí el ceño, en un intento de entender que no duró más de dos segundos, pues lo hice casi inmediatamente –Lo sabes, ¿no?

Y vaya que lo sabía.

-          Sí, lo sé –respondí, desviando la vista, sin detenerme a disimular mi disgusto <<Aquí vamos de nuevo…>> –Lo sé muy bien. Pero el fuego no siempre es tan malo, ni tan peligroso. Si lo mantienes a raya, no tienes nada de qué preocuparte.
-          Y, ¿estás seguro de poder mantenerlo a raya?

La verdad, no.

-          Confía en mí –me limité a decir, sin añadir que no estaba seguro de poder hacerlo yo mismo. Aquello era lamentable, en el mejor de los casos.
-          Confío en ti –murmuró entonces, separando sus ojos de la flor que sostenía para posarlos en un punto indefinido en el horizonte –Pero no confío en… Joseph. Y mucho menos en mí.
-          ¿Por qué? –pregunté, intentando moderar el tono de mi voz. Me detuve a suspirar profundamente, y esperé a que me mirara fijamente para continuar: -¿Por qué es tan difícil creer que saldremos de esto? Estás aquí, ¿no? ¿Es que eso no cuenta? ¿Es que no te basta con saber que estoy aquí, y que no me iré nunca?
-          Probablemente tú sí, Michael –dijo, desatando viejos demonios con cada palabra que soltaba –Quizá tú sí tengas las fuerzas para seguir con esto, para dejarte arrastrar por la corriente hasta llegar al mar… Pero, ¿y si nunca llegamos al mar? ¿Y si lo que encontramos es una enorme catarata? ¿Cómo puedes asegurarme que saldremos vivos de esto? –dijo, enviando aquella flor a metros de distancia con un manotazo –No. Mejor aún: ¿Cómo puedo yo asegurarte que resistiré a esto?


La miré, y por mi mente pasaban cientos de respuestas posibles a aquello, pero me limité a guardar silencio y observarla mientras también se debatía interiormente.

Con el tiempo, había aprendido a memorizar y distinguir cada movimiento infinitesimal de sus ojos de caramelo y de sus manos de seda. Entonces, supe que Julia había agotado sus palabras, sus últimas excusas, la expresión final de sus miedos. Me ví obligado a reprimir las incontrolables ganas de lanzar un suspiro de alivio entonces.  

Quizá todo en realidad saldría bien. Quizá aquella temerosa muñequita de cristal era más fuerte de lo que parecía. Quizá yo también lo era. Y deseaba desesperadamente que así fuera.

Por el momento, mi mal humor crecía a cada momento, a la misma velocidad que la temperatura aumentaba. Y por más que intentaba despejar mi mente de aquella semilla de incertidumbres que las palabras de Julia habían plantado, ellas volvían una y otra vez. Miré a Julia con la menor exasperación de la que fui capaz, y ella me devolvió una media sonrisa que bastó para llevarse mis infundadas rabietas a kilómetros de distancia.

Pero, detrás de su sonrisa, sus miedos seguían ahí, convirtiéndose inmediatamente en los míos, ampliando el ya titánico tamaño de mis dudas e inseguridades. Y Joseph también seguía ahí, y siempre pretendía mirar a través del menudo cuerpecito de Julia, fingiendo que aquella niñita de cabello castaño no vivía bajo su mismo techo.

Y, para cerrar con broche de oro, el miedo de perderla seguía ahí, más presente que nunca. Aquel miedo que se apoderaba de mí cuando menos lo esperaba, a veces me hacía creer que terminaría por volverme loco. Cuando miraba en los brillantes ojos de Julia, y recordaba que la eternidad está vedada a los humanos, un miedo ridículamente paralizante me tomaba de la mano, y parecía llevarme directo a la locura. Entonces, apenas me veía capaz de contener las lágrimas, y esbozaba una patética sonrisa que ella me devolvía con cierta desconfianza, riendo interiormente ante el repentino cambio de color en mi rostro.

Y ahí estaba, odiando al mundo y maldiciendo aquellas palabras que Julia se había empeñado en pronunciar, cuando uno de mis más grandes problemas se materializó frente a mis ojos. La altanería tomó forma, bajo el nombre de Alexander.

Él caminaba hacia nosotros con relativa lentitud, y no me sorprendió en absoluto el hecho de que detrás de él caminara La Toya. Julia se puso de pie inmediatamente y esbozó una inmensa sonrisa que logró encender un foco rojo en mi cabeza. ¿Celos?: ¡Imposible!

-          Hola, Michael. –murmuró con su característica voz siempre medida, y yo le respondí con un movimiento de cabeza. Inmediatamente después, Alexander se dirigió a Julia –La Toya me ha dicho que llevas un buen tiempo viviendo aquí –continuó, esbozando una sonrisa de un tamaño irritantemente grande –Recordé que no te veía desde aquella fiesta, así que pensé que sería una buena idea visitarlos.

Aquello, definitivamente, no era una buena idea, pero nadie ahí pareció notarlo. Alexander y Julia comenzaron a hablar en el acto, y yo permanecí a su lado, paseando la vista de uno al otro, completamente fuera de lugar.

-          ¿Celos? –susurró a mi oído La Toya, dirigiéndome una sonrisa maliciosa.
-          Es una broma, ¿verdad? –le respondí, sin pensarlo, y ella frunció el entrecejo, divertida, aún con aquella extraña sonrisa grabada en sus delgadas facciones –Por supuesto que no. Son amigos. ¿Qué hay de malo en eso?
-          Nada –dijo despreocupadamente al tiempo que alzaba los hombros, ampliando el tamaño de su sonrisa –Sólo quería asegurarme.

Continué mirando a Julia, y, ocasionalmente ella me dirigía miradas que parecían querer decir “Tranquilo. Se irá pronto”.

-          Alexander –dijo La Toya después de un rato, poniendo a prueba los restos de mi escuálida paciencia -¿Qué te parece si te quedas a cenar? Hace mucho que no tenemos un invitado, y estoy segura de que Katherine no tendrá ningún inconveniente en cocinar de más.

Y, Alexander aceptó. Aquel caluroso día se había convertido, oficialmente, en un verdadero infierno en la Tierra. Entonces, Julia me miró, como queriendo decir “¿Qué puedo hacer yo?”.

En realidad, no podía hacer nada. Aquel joven londinense de amables ojos avellana, quien no parecía tener defecto alguno, se quedaría. Metí ambas manos a los bolsillos, intentando por todos los medios posibles ocultar mi animadversión hacia aquel perfecto espécimen inglés. Comenzaba a considerar seriamente aquello de los celos…

Entonces, en medio de ese mar desconocido, y mientras veía a un acalorado Jermaine acercándose a nosotros desde el otro extremo del patio, fue casi imposible para mí reprimir una carcajada de total frustración. Me limité a toser ruidosamente, ahogando cientos de frustradas risotadas, mientras miraba a través de mis pestañas la mirada de total incomprensión que Julia me dirigía

-          Mike –comenzó a decir Jermaine, después de haber dirigido miradas amables a todos ahí.

Y sabía exactamente lo que diría. Joseph quería verme.

-          Joseph quiere verte.

Bingo.

-          Ya sabes. Las grabaciones que nunca terminan, las presentaciones que se suceden una a otra, y cientos de cosas más a las que nunca me acostumbré.
-          Bien. Entiendo –respondí a regañadientes –Vamos ya.

En realidad, la idea de “grabaciones que nunca terminan” y aquellas “cientos de cosas más” no me apetecía en lo absoluto. Y la idea de dejar a Julia con aquel caballero del siglo XVI me apetecía menos aún. Sin querer (o sin poder) resignarme, caminé tras Jermaine, haciendo gestos de despedida con la mano a una Julia que me mostraba la más flamante sonrisa que jamás había visto en su rostro. Sus ojitos caramelo casi reflejaban la misma resignación que los míos.

La abracé fuertemente antes de dejarla bajo aquel jacarandá bajo el cual aún nos faltaban infinidad de viajes a Nunca Jamás. Y entonces, mientras caminaba detrás de Jermaine, decidí que ni Joseph ni Alexander me impedirían ser feliz. No más.





<<Michael se alejaba de nuevo, esta vez detrás de Jermaine. Casi me arrepentí entonces de no haber corrido tras él. En aquel momento, ninguno de nosotros fue capaz de ver la pequeña tormenta que comenzaba a alzarse sobre el horizonte.

Pasaría algún tiempo antes de que aquella tormenta llegara hasta nosotros, pero cambiaría considerablemente el ritmo de las cosas.

Al final, aquello me haría recordar que la felicidad eterna no era un lujo de los humanos. Pero, en aquel momento, mientras miraba los resignados ojos de Michael, poco me importó aquello…>>






Chicas:

Ya se habrán enterado de los últimos problemas por aquí. Estoy feliz de decirles que ese caso ha quedado cerrado. Los problemas están felizmente resueltos.

Aquí tienen el capítulo 35.

Un capítulo narrado por Michael, espero hayan disfrutado enormemente. En realidad, lo espero.

Este capítulo, y la novela entera es suya, totalmente suya. Disfrutenlo.

Y, ya lo saben, sus comentarios son necesarios para mí. Sus opiniones, sugerencias o quejas son bienvenidas.

Me despido.

¡Un abrazo!

2 comentarios:

  1. Julia corazón
    Como estas? Me alegra que hayas resueltos aquellos problemas que de seguro no fueron nada agradables ,(xd que problemas son agradables?) deseo con todo mi alma que te vaya muy bien en la vida , percibo con claridad el divino ser que eres, por eso te deseo lo mejor del mundo.

    Lamento mucho tardar en pasar x aquí, bien, te cuento q estuve de viaje por algunos días , me fui lejos del bullicio de la ciudad. Los estudios y la rutina diaria me estaban absorbiendo hasta la medula, asi que decidí escaparme de todo.

    Vaya que genial capitulo me estaba esperando, disfrute tanto de cada expresión tuya , sentí verdaderamente que era Michael quien me hablaba. Yo te concedo millones de estrellas, por mejor guion, los diálogos son perfectos preciosa, eres maravillosa y no me cansare de repetírtelo vez tras vez.

    Me enamora leer de ese amor tan inmenso que se tienen michael y julia , me produce felicidad y ternura. Joseph y toda su maldad no podrá separarlos , tampoco Alexander , ni nadie , aunque debo admitir q he quedado completamente intrigada con el final , presiento que algo malo esta por suceder y estoy asustada a mil , ya quiero saber q mas sigue , siento no aguantar ....

    Gracias x esta magia, gracias ERES GRANDIOSA!!!

    Ya sabes mi cielo, estoy para lo q desees, para brindarte toditito mi cariño
    Cuidate muchisimooo, y éxitos siempre.
    besos




    **Mi face es: Fiorella jackson

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  2. JULIA ! OH lamento no haber podido comentar tu novela antes! pero el Blogger no me había funcionado nada bien... escribía y escribía comentarios pero me decía qe no podía publicarlos, y me cansé ! D: pero estoy acá con otro navegador y creo qe se va a poder :B
    siempre te digo lo mismo pero ME ENCANTA tu novela *--* ya lo creo :3 y amo más los capítulos qe son narrados por el mismísimo Michael ♥ este fue aww mágico.. enserio lo fue.. yes it was :D y me alegra enserio qe hayas solucionado lo de la basura del Plagio PFFFF y también lamento las personas qe te comentaron sin cordura alguna D: malditas ¬¬ creo qe tienes ya bastantes problemas como para qe te salgan con esta situación.. no le veo ningún problema a tu forma de escribir, y no creo qe debas cambiarla n.n
    Cuidate Mucho y te deseo lo mejor a tí y a la Novela :D
    Siempre

    Te Quiero muchisisisisiisimoo! :D
    jajaja n____n♥

    ChaO !

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